JAVIER BERGANZA: ¿Quiénes somos? ¿Cómo ha afectado el uso de las nuevas tecnologías en nuestro pensamiento? Las cartas anónimas que los protohaters enviaban se han cambiado por cuentas con pseudónimos. Detrás de esas cuentas (igual que de las cartas) hay alguien. Un rostro tapado por la independencia de Internet. La comodidad de no tener responsabilidades. El poder decir cualquier cosa sin que pase nada. Pero, ¿debería pasar algo? ¿Se puede decir cualquier cosa? ¿Dónde están los límites si es que siquiera existen? La realidad cambia a velocidad de vértigo, aunque la base se mantiene. Ahora todo es más rápido, ahora todo tiene consecuencias (si te pillan), ahora todo cae en el olvido a la velocidad de la luz, las cosas buenas y las malas. De eso nos quiere hablar Laurent Cantet en Arthur Rambo, su último largometraje que pasó por la 69 edición de San Sebastián.
Un joven escritor francés, de origen argelino, consigue dar en la tecla con una novela que parece remover los corazones de su público. El viaje y lucha de una madre que trata de asentarse en Europa y esquivar el racismo y el clasismo tan asentados en el viejo continente. Desde una breve entrevista en un programa televisivo, “Karim D.” hace acto de presencia con una alegría contenida muy bien filtrada por el director Laurent Cantet. Karim saborea su éxito y se nota. Trata de disimularlo con saber estar y modales, pero la sonrisa de autosuficiencia y el brillo en los ojos es ineludible.
A partir de aquí, lo que parece una película sobre una joven estrella y su lucha interna contra el ego, termina virando hacia lados mas oscuros, modernos y novedosos. El pasado, que jamás se marcha, aparece para dinamitar todos los posibles planes de Karim. Antiguos tweets escritos por Karim en una cuenta secundaria salen a la luz. Tweets abiertamente racistas y antisemitas que, según el autor, únicamente buscaban la provocación.
De repente nos encontramos con una película sobre la “cancelación”, proceso que últimamente está tan en boca de las redes sociales. Sobre el no poder huir del pasado, sobre no tener capacidad madurativa, sobre las velocidades en las redes, que devoran sin dejar nada a su paso. Y sobre la soledad, sobre sentirse rodeado cuando uno casi toca el cielo, y descubrir que todo lo que le cercaba no eran más que rémoras que buscaban aprovecharse de los restos.
A nivel fotográfico la película también evoluciona, viajando de un uso más plano al inicio, con luces más blancas y elevadas. Con forme el personaje viaja y desciende hasta esos infiernos, la luz también baja para marcar más sombras, subiendo a su vez el contraste de la imagen.
La profundidad del guion se queda algo corta, chapoteando en los temas de los que quiere hablar sin llegar a sumergirse del todo. Toca el cómo la sociedad fagocita a la figuras públicas sin que estas tengan posibilidad de ganarse el perdón. El cómo se colocan etiquetas que terminan siendo imborrables. Pero en ningún momento llega a profundizar en ello, simplemente lo observa desde fuera, coloca a un personaje que sufre este proceso frente a la cámara, pero no llega a ahondar en el cómo.
Buena interpretación de Rabah Nait Oufella, quién prácticamente viaja solo. El resto quedan algo lejos, a excepción de nombre personaje madre que logra dar vida a la madre de Karim D con un atino muy interesante.