JAVIER BERGANZA: Tras una pandemia que ha hecho estragos en la sociedad, la industria del cine necesita volver a respirar con normalidad. Después de unos años dónde las salas han sufrido con mucha dureza las restricciones, el estreno múltiple de Barbie y Oppenheimer hace que recordemos cómo eran las cosas antes. Antes de entrar a la sala, cientos de personas vestidas de rosa, caracterizadas de la famosísima muñeca, grupos de amigos y amigas que, con ilusión, esperan el inicio del filme. Una experiencia que hacía tiempo que no vivíamos. Una sala repleta que nos recuerda que los cines no se han ido a ningún sitio, que siguen siendo el espacio correcto al que ir si queremos consumir películas.

Greta Gerwig, que es una de las directoras con más talento de la actualidad, vuelve a demostrar una visión de montaje casi única. Sabe perfectamente como orquestrar su obra para añadir y quitar peso en función de cada momento. Aligera y ralentiza de forma natural, sabe cuándo restar importancia y añadir comedia, sabe cuándo quedarse en planos cortos y dejar que sean sus actrices y actores los que tengan la responsabilidad de narrar. Barbie arranca con algunas dudas, como espectador no terminas de saber cuál va a ser el estilo. El primer acto genera extrañeza y, en cierto sentido, es normal. La presentación de personajes es vital en un filme, pero es difícil cuando la protagonista es conocida por todo el mundo. El estilo inicial, con una referencia fantástica a 2001, una odisea en el espacio, se queda rápidamente en la sombra para dar paso a una narración mucho más infantil y ligera. Vemos Barbieland y conocemos un universo naif y, en cierto sentido, vacío. Con un mensaje empoderante sobre la figura de la mujer y su comparativa entre este mundo y el real, Greta Gerwig busca hacernos reflexionar sobre el éxito de ese mensaje hipercapitalista y patriarcal de las muñecas estadounidenses.

Margot Robbie, que está fantástica, ahonda en una barbie que pierde su esencia y su sentido. Con dudas existencialistas haciendo mella emocional y física, busca viajar al mundo real para encontrar a su niña y tratar de arreglarse. Acompañada por Ryan Gosling, que también consigue un arco de desarrollo fantástico y brilla cuando escapa de los aspectos más simples e infantilizados.

La puesta en escena consigue funcionar en su parte final, pero en sus primeros compases deja algo más que desear. Fotográficamente es relativamente simple, no logra escapar de lo más básico y parece algo aferrada a la magnitud del proyecto, lo que le deja menos espacios para arriesgar, como sí hizo en Lady bird y en Mujercitas. Todo el jugo del filme está en su mensaje y en su reflexión, en esa lucha del feminismo para conseguir las mismas oportunidades y dejar de ser apartada a un segundo plano. Por no ser cosificadas ni sexualizadas, por ser respetadas por quienes son, más allá del éxito laboral o social. Un mensaje para hijas, hijos, madres y padres. El mensaje a trasmitir es para todas y todos, aunque, si está pensando en llevar a su familia a ver la película, preparase para que sus hijos no entiendan algunos de los gags, y para que su cuñado se queje. Sobre todo esto último.

En definitiva, vístase de rosa si quiere, reúna a su familia y queden para ir al cine a ver Barbie. La película se defiende sin terminar de ser brillante, pero si propone reflexiones para la cena posterior. Es un filme fresco y divertido, una película que entretiene y que consigue hacer filtrar una idea sobre la que deberíamos reflexionar a diario