PEDRO URIS: La primera escena de esta película ya nos indica por donde van a ir los tiros —y nunca mejor dicho, porque tiros hay unos cuantos—, cuatro paracaidistas descienden sobre un territorio nevado. La puesta en escena atiende la llegada a tierra de cada uno de ellos, todos con un comportamiento similar, primero se despojan de las gafas protectoras y adoptan un aire de estrella de la pantalla. Después empuñan sus pistolas y, de nuevo con gesto cinematográfico, apuntan en todas direcciones, cuando es evidente que allí no hay nadie. Estamos en el territorio del diseño, en el que nuestros agentes secretos van a ser lo que la pantalla espera de ellos, gabanes y sombreros incluidos.
La película se acoge al modelo de exaltación patria —está situada en los albores de la Segunda Guerra Mundial, con parte de China ocupada por el ejército japonés—, con unos protagonistas, chinos y comunistas, extremadamente heroicos —el denostado traidor es un agente que decide hablar cuando acaba de ver como sus compañeros han sido ejecutados y no quiere ser el siguiente, una reacción bastante humana, pero parece que incompatible con el martirologio que exigen las religiones al amparo de un dios o de un dogma político—; y unos antagonistas, los japoneses invasores, que, además de no tener fisuras en su maldad, se permiten gestos de sádica crueldad, como sucede en la mencionada escena de las ejecuciones al poco de empezar la película.
La trama de espías se acoge a todos los giros y recursos del género, con sus agentes dobles, sus sospechas, sus mensajes en clave, sus citas de seguridad, sus miradas inescrutables… La trama de personajes anda, en cambio, bastante más mermada de recursos y novedades y, cuando estos aparecen, muchas veces molestan más que ayudan —la estrambótica historia de los niños mendigo, incluido su desenlace—, con lo que el diseño, de género y de época, acaba siendo la principal y casi única seña de identidad de la película.
Tras todas estas consideraciones, probablemente el lector se pregunte por la razón de una calificación tan benévola. El motivo no es otro que la reconocida pericia de este veterano integrante de la conocida como Quinta Generación del cine chino para narrar y generar espectáculo, que consigue tejer un film entretenido y visualmente bastante atractivo. No es mucho, pero es algo.