DOLORS LÓPEZ: Los aeropuertos son un concepto nuevo creado por nuestra civilización. Un lugar de paso pero también un lugar de encuentro, de cruce de caminos como lo eran las plazas de las ciudades del Medievo. Los diferencia esa invisibilidad imaginaria en la que nos acomodamos al atravesar las puertas de cristal, rodeándonos de un manto como hacía aquel rey del cuento dejando sus vergüenzas a la vista de todos.
Asisto a diversas escenas privadas, incluso íntimas, sin pretenderlo. Reproches jóvenes y rencores viejos. Dolorosos todos.
Es difícil convivir y salir ileso. No nos han enseñado. No lo hemos aprendido.
Parejas que les faltan palabras y tiempo para contárselo todo, mientras otras no tienen nada que decirse ya. Lo interesante es observar que la edad imaginada para unas y otras no tiene porque ser la normativa.
Frente a mí, dos jóvenes interactúan con el móvil, se levantan alternativamente de vez en cuando y miran en todas las direcciones menos en la del rostro que les acompaña. Una pequeña juega sola y reclama poca atención de sus padres, que difícilmente habrán llegado a soplar las velas de sus cuarenta cumpleaños.
A mi lado y sin pudor se devoran dos personas que dejaron atrás los sesenta hace tiempo. Les brilla la mirada rejuvenecida y la piel busca patria en la piel compañera. Sin pudor, con la inmunidad de los que han apagado el mundo a su alrededor.
Llegar a convivir con alguien se convierte en muchas ocasiones en una ensoñación, una meta. Las películas de mi niñez solían colgar el The End el momento en que un beso final sellada la unión. No podíamos ver que pasaba después.
El peligro de las metas es que te encarcelar, te sitúan ante un lugar sin salida. ¿Y después qué?
Haber llegado te deja desarmada. Más rendida cuanto mayor haya sido el esfuerzo.
Afortunadamente son multitud ya los que entienden la convivencia como algo dinámico que se va creando. Lo tengo escrito, las relaciones no son algo estático a lo que se llega al ver un cartel o un documento. Como un ser vivo, las relaciones se van transformando.
La pareja radiante se aleja para contarle al mundo la dicha de estar juntos y los demás nos quedamos un poco más solos. La fabulosa arquitectura del aeropuerto de Singapur despide a estos dos seres dichosos como una catedral del siglo veintiuno que da fe de su nueva andadura.
Todos les deseamos que no lleguen nunca y que nunca dejen de intentarlo.
Yo elijo viajar.