NEL DIAGO: La verdad es que casi podríamos repetir en parte la crítica que le hicimos al último espectáculo de Sweeney (Café para todos) pues el autor y director mantiene temática y estilísticamente notas parecidas. En primer lugar: un juego paródico y autorreferencial, con una crítica aguda y mordaz al sistema teatral valenciano y sus procedimientos y normativas. Aspectos de los que Sweeney sed burla al tiempo que los asume con el fin de adaptarse a los designios del Poder: primacía de participación femenina (en la producción y en la temática), empleo de diferentes códigos y lenguajes (danza, audiovisuales…), presencia de lo clásico y lo contemporáneo (Aristófanes, Brecht), uso del valenciano, al menos en un tanto por ciento, etc. Y el creador aborda todo ello con gran ironía, desgranando estos supuestos condicionantes creativos (recordemos que el montaje forma parte de los llamados “graners de creació” que comparten Inestable y Rambleta), utilizando al efecto una grabación de sí mismo en primer plano, a la que seguirá la presentación de las intérpretes: Ana Lola Cosín, Arantxa Cortés, Begoña Comitre y Yasmina Burdeus, actrices, bailarinas, manipuladoras de objetos, que irán componiendo con destreza los cuadros vivientes que propone el espectáculo, en una suerte de mirada crítica e inmisericorde del capitalismo más salvaje y la explotación de la mujer trabajadora (el relato del incendio en la fábrica textil Triangle de Nueva York en 1908, en el que murieron carbonizadas 146 personas, de las que 129 eran jóvenes muchachas inmigrantes, resulta pavoroso). Conviene señalar, en todo caso, que el tono aristofanesco que gusta exhibir Sweeny en sus obras, se resuelve aquí con la vinculación intertextual con el Bertolt Brecht de Santa Juana de los mataderos, obra no muy difundida en España, pero que es apropiado revisitar (como casi todo Brecht, por otra parte).