INMA GARÍN: Expectativas cumplidas, esta edición de Dansa València, ha satisfecho a profesionales y público por igual con una óptima selección de propuestas y actividades, la mayoría muy acertadas para exhibir, por un lado, lo mejor de la danza local e internacional y, por otro, para abrir espacios de encuentro, contacto y desarrollo de propuestas, de modo que las compañías locales puedan mostrar sus trabajos en otros espacios, o en festivales de fuera. Con teatros llenos y plazas concurridas, las artes del movimiento no dejan de conquistar sectores nuevos de la población, desde Marxalenes hasta el Parc Central o La Malvarrosa, desde el Teatre El Musical del Cabanyal hasta el Teatro Principal o la Sala Carme, en el barri de Tendetes. También ha habido lugar para los talleres, como el conducido por Vicent Gisbert “Ballar el que som”, en el que he tenido oportunidad de participar, ya que era para personas mayores. O el de profesionales con Maya Michael y Milo Slayers. O el de estudiantes con Marc García y Javi Soler, el de flamenco o el conducido por Poliana Lima.
El proyecto liderado por María José Mora crece y se consolida también como mercado de las artes del movimiento. Treinta y cuatro propuestas dan la medida de lo que se está haciendo en nuestro país. El contenido de las propuestas se asienta en tres pilares que responden a tres preguntas: ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos apropiamos de nuestras tradiciones? ¿Cuál es el potencial del talento femenino?
“Carcasa”, de Marco Da Silva Ferreira (1986), por ejemplo, contesta a la primera pregunta mostrando una diversidad de cuerpos que cuestionan el género y la discapacidad. Acompañados de una batería y música electrónica, el espectáculo aborda la identidad colectiva buscando la forma que provoque el encuentro entre el pasado y el presente. Así cruza el footwork de las formas de discoteca actuales con el vertical propio del folklore europeo con diez intérpretes fabulosos. El espectáculo tuvo una calurosa acogida por parte del público que quedó deslumbrado ante la vibrante fisicidad, la energía física y el ritmo de los bailarines. A mí, la verdad, me pareció un espectáculo frío y repetitivo, con una música insoportable.
A la segunda pregunta contestó “Mucha Muchacha” con “Para cuatro jinetes”. Un espectáculo duro pero muy interesante que aunaba la danza con la voz y la performance. Cuatro bailarinas en la treintena formadas en danza española, Ana Botía, Marta Mármol, Belén Martí Lluch y Marina de Remedios, se apropian del folclore deconstruyendo sus códigos férreos y desplegando una energía sin igual. Un elenco valiente y libre que nos habla del empoderamiento desde las Artes Vivas, haciéndose acompañar por el dúo
de músicos Los Voluble, los hermanos Pedro y Benito Jiménez, que mezclan flamenco con sonido electrónico, jotas, muñeiras, danza asturiana (corri-corri) y lo que haga falta (sonidos africanos) para conectar con el espectador y burlarse del mundo. Muy divertida es la farsa apoyada en videoproyección en la que John Lennon y Yoko Ono habrían tenido relación con el cant redoblat; o el combate entre las dos folclóricas que cierra la pieza. Este espectáculo me resultó muy atractivo, aunque con alguna laguna en el ritmo. Seguramente, el camino que emprende la compañía requiere un mayor entrenamiento interpretativo para consolidar las formas escénicas que buscan en la frontera de las artes vivas con la danza, el teatro y la performance.
Para responder a la tercera pregunta ¿cuál es el potencial del talento femenino? Tenemos el ejemplo de Luz Arcas/La Pharmaco (Málaga, 1983) con “Mariana”, un trabajo muy personal. Acompañada al cante de Bonela Hijo, la guitarra de Bonela Chico, las palmas y zapateados de Lola Dolores, la corneta de Abraham Romero y la percusión de Carlos González, Arcas se aleja del estilo tradicional de danza contemporánea para recrear a una hembra, una cabra, con sus arneses y adornos, un baile de gestos puros, de movimientos extraidos del pasado, de la herida abierta. “Hay algo de redención en la rendición”, dice. Cantes jondos camperos, cornetas de fiestas populares o percusiones experimentales acompañan a Mariana en su periplo por pueblos andaluces donde vivirá junto al gitano errante, exhibiendo su capacidad de aguante, sublimando su derrota, mostrando su talento, incluso como animal de exhibición. Baile abstracto y popular que atraviesa lo contemporáneo de un modo particular, con un telón de fondo: flamenco arcaico que recrea una atmósfera de miedo. Una impresionante investigación antropológica, y musical. Un espectáculo de una enorme sensibilidad que revela el potencial femenino. El público quedó entusiasmado ante esta propuesta.
Más talento femenino pero en otras modalidades de la danza contemporánea, exploran la relación entre la danza y la música en directo. La exhibieron Aina Alegre “Rauxa” y Blanca Tolsa con “Ecoica”. Aina Alegre (Ontinyent, 1991) demostró el resultado de sus investigaciones sobre los patrones corporales y la voz. Por su parte, Blanca Tolsa con “Ecoica” desmonta las lógicas corporales con música de Albert Tarrás en directo.
Cerró el festival la compañía Humanhood con “Infinito”, un espectáculo que indaga en la magia de la luz y el sonido, con coreografías muy llamativas en penumbras azuladas, bellísimas imágenes y buen ritmo que dejó cautivada a la audiencia. Una coproducción entre el Arts Council del Reino Unido y el Departament de Cultura de la Generalitat de Cataluña con nueve bailarines internacionales de habilidades asombrosas. La compañía, dirigida por Julia Robert y Rudi Cole combina el misticismo antiguo con la física moderna en y a través de cuerpos perfectamente adiestrados con el objeto de lograr lo imposible: una meditación en movimiento que fluye al espectador y a través de él destilando una emoción sublime. Un estupendo colofón para cerrar una semana que coloca esta edición a un altísimo nivel.
Hubo emoción a corazón abierto en otras propuestas de gran nivel, pero de las que no puedo hablar ahora por falta de espacio: “Dalet (da)”, de Daniel Abreu, “Pharsalia”, de Antonio Ruíz, o “Los perros”, de Led Silhouette+Marcos Morau.
Por último, con Mar García y Javi Soler “Nicolasito Petusato” tuvimos diversión a raudales. Es una compañía muy ingeniosa que sabe cómo conectar con los espectadores.
En fin, ¡enhorabuena a todos los organizadores! Un diez la participación en las calles, plazas, jardines, muchas conversaciones interesantes, muchos momentos estupendos compartidos, muchas cosas que se quedaron fuera porque el cuerpo no daba para más. “Vida resonant” ha sido todo un éxito. València ya suena de otra manera.