CARLOS LÓPEZ OLANO: Ando estos días viendo la serie documental dedicada a Tamara Falcó, hija de Isabel Preysler y del Marqués de Griñón. En ella aparece la influencer en su salsa –nunca mejor dicho, desde que ganó MasterChef celebrity las cazuelas parecen lo suyo– charlando distendidamente con su madre que en su día fue la reina del couché, organizando eventos elegantes, viajando por el mundo mientras derrocha su estilo cosmopolita… vamos, haciendo lo que parece que hacen los ricos y famosos, o sea todo menos trabajar. Es reaccionaria, es hiperbeata, pero es chic. Y habla de su familia, claro, de Mario el de Pantaleón y sus visitadoras, de Chabeli, de Enrique que vive en Miami y canta, de Julio que también vive en Miami y cantaba, y de la abuela –no de la materna que ésa es otra historia– sino de la madre de su padre, el marqués de los vinos, de los Falcó de toda la vida. Y cuenta que cuando viajaba la mujer, lo hacía con cincuenta sirvientes. Claro, había que atender el cuidado de los vestidos, la peluquera, la plancha… algunos desde luego, con los tiempos modernos han ido para atrás, Tamara lo sabe bien.
Curiosamente en otro reality en el que bailaban famosos, que también –Ohhh– se emitió en la televisión pública española, triunfó la “nietísima” Carmen Martínez-Bordiu. Íntima de la Preysler en su día, asimismo reina de las revistas de papel couché y claro, no olvidemos la más destacable flor de su currículum, nieta de Franco, que no en vano ostenta aún el ducado que lleva su nombre. Por cierto que la nueva Ley de Memoria Democrática eliminará, esperemos que en breve, ése título y otros treinta vinculados a figuras destacadas del régimen. Y en MasterChef, no lo olvidemos, es presentadora/jurado Samantha Vallejo-Nájera. También –qué casualidad– con apellidos compuestos, aunque su empresa se llama, simplemente, Samantha de España. Otra influencer con pedigrí y rancio abolengo: su abuelo fue el Doctor Mengele español, un psiquiatra que recomendaba, y así lo dejó por escrito, hacer desaparecer a los marxistas y rojos, para no contribuir a difundir el que llamaba el “gen rojo” y poder así mejorar la raza hispánica. Antonio Vallejo-Nájera dirigió los servicios psiquiátricos de los sublevados durante la Guerra Civil, hizo estudios “científicos” con presos republicanos en prisiones y campos de concentración y fue un ferviente admirado del nazismo. No sólo eso. También sentó las bases teóricas que justificaron durante decenios los robos de bebés, con casos espeluznantes que poco a poco hemos ido descubriendo.
Su nieta, claro, no tiene ninguna culpa. Ni la Bordiu de los crímenes de su abuelo porque ser la nieta favorita del hombre que firmaba sentencias de muerte sin que le temblara el puso no es ningún delito. Eso no. Tampoco la Tamara es responsable de los excesos de señorito aristócrata de sus ancestros. Pero no deja de ser curioso que nuestras celebrities, provengan tantas veces de los jerarcas del régimen, de la clase social que acompañó al dictador y que favoreció tantos años de asesinatos institucionales, de torturas y de crímenes. En cuanto rascas un poco, aparecen. Lo que es infrecuente, por no decir imposible, es encontrar una palabra que les posicione al lado de las víctimas o cerca de la reparación histórica.
La nieta del Rey Juan Carlos, es también influencer de gran éxito en Instagram, con varios cientos de miles de seguidores, que menudo crimen también. Victoria Federica se muestra como es: igual luce un traje de faralaes que el último modelito de Christian Dior, que aparece en bikini, o –que nunca falte– montando a caballo. Tampoco se corta en utilizar tarjetas black proporcionadas por el iaio, en lucir banderas rojigualdas en la muñeca, o en asistir a actos de “Cañas por España” un colectivo que niega ser las Nuevas Generaciones de Vox, pero en los encuentros que organizan hablan de su amor común por España, cantan “El novio de la muerte” y cierran la fiesta con la interpretación del himno nacional.
Éstas son las modelos que ahora triunfan, las que generan tendencia en redes sociales y que siguen cientos de miles de jóvenes. Y para eso está también la memoria. Para no olvidar los orígenes, para darse cuenta de quien es heredero cada cual, para saber de qué fuentes bebe su estilo, su clase, su educación, su perfecto inglés. No se trata de criminalizar los orígenes de nadie, porque igual que elh gen rojo no se transmitía de padres a hijos, tampoco lo hace el gen asesino, el gen clasista, el gen dictatorial. Se trata, tan solo, de saber. De recordar.