Cartelera Turia

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EN LA CIUDAD SIN LÍMITES: Aún nos pasa poco

A riesgo de salir trasquilado, voy a unir la película de moda, Don’t look up; la polémica de las ganaderías y el precio de las palomitas en los cines en una misma reflexión. ¡Ahí es nada!

Adam Mckay viene de dirigir The big shot (que aborda la crisis de 2008) y Vice (sobre la vida y milagros del maligno, pero ya añorado, Dick Cheney). Su tono corrosivo y despiadado a la par que pedagógico me encantó entonces y creo que en este film sobre un cometa que destruye la Tierra se ha comedido. Mientras las otras películas explicaban los procesos ocultos o complejos, en el caso de Don’t look up ha reflejado una realidad que supera incluso su ficción. El negacionismo científico, la mezquindad y la estulticia política y periodística, la avaricia económica y el endiosiamiento tecnológico forman parte de nuestro paisaje diario.

Se ve con Trump y su apuesta para demoler la democracia, con Johnson y su «ejemplar» gestión pandémica que ha convertido el 10 de Downing street en un afterwork, con las manifestaciones de negacionistas antivacunas que reclaman «libertad médica», con Casado y su ridícula defensa de las macrogranjas desde una minigranja para atacar al gobierno de España gracias a un ingenuo ministro Garzón que debería saber que no dirige una ONG (aunque Izquierda Unida fuera durante décadas una «organización que nunca gobernaría»), que su herramienta de transformación es legislar y que si abre (o le abren) debates debería estar preparado para contrarrestar los purines argumentales de la derecha política y mediática. El PSOE tampoco ha ayudado en esto.

Lamentablemente, son muchos los ejemplos. Pero no es una fatalidad: esos individuos llegan a puestos de responsabilidad y estos desastres suceden porque hay amplios sectores sociales que les creen, apoyan, jalean y votan; porque hay personas que se movilizan y organizan para defender un pensamiento que reúne irracionalidad, magia,  odio y los sentimientos más primarios.

Es pertinente (y urgente) analizar cómo hemos llegado a este punto: me aventuro a señalar que la desesperación, la precarización y la frustración lleva a tanta gente a militar en esa perversión social y política. Pero siempre tenemos un margen de decisión. Por ejemplo, no comprar a precios de usura las palomitas en un cine. Pero no: hay colas para ser esquilmados y pagar más por el combo de rosas y refresco que por la entrada a la sala.

Ya lo dijo Karl Marx, la alienación es muy mala. Hará falta mucha sociología, antropología y psiquiatría para explicar por qué actuamos y votamos así. Reinventar las izquierdas también vendría bien.

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