LAURA PÉREZ GÓMEZ: Once años cumplen ya los Premios Feroz y su relevancia en la industria audiovisual española, ya sea cinematográfica o televisiva, crece exponencialmente. Si bien es cierto, aquellas primeras galas retransmitidas por Youtube -que ahí siguen…- donde un escenario que quería parecerse demasiado a los Globos de Oro y un buen puñado de profesionales subían al escenario para llorar, saltar, besarse y reivindicar sus cosas, a estas alturas ya dejan de sorprendernos a cualquiera que haya visto más de tres. ¿Será que faltó vino? No estoy diciendo que la ceremonia no fuese entretenida, ni divertida, ni que los presentadores -los intérpretes Coria Castillo y Brays Efe– no estuvieran divinos y resolutivos, porque sí lo estuvieron. Sin embargo, quizá son impresiones mías, la frescura y el gamberrismo militante de aquellos inicios allá por el 2013, de algún modo están virando hacía unos premios más formales y con menos capacidad de sorpresa. Y eso que el pasado viernes 25 de enero desayunábamos todos leyendo el reportaje del país que señala al director Carlos Vermut por haber agredido sexualmente de varias compañeras de profesión ejerciendo además abuso de poder. Los lectores de Turia sabéis perfectamente de qué reportaje hablo, y poco más puedo añadir a estas alturas al respecto que no se pueda leer y contrastar en Twitter. Se preveía pues una gala de los Feroz calentita, llena de alusiones y quizá algún desafortunado chascarrillo, pero contra todo pronóstico, no fue así -aunque Bayona, que al pobre le señalan todo últimamente, dijo algo de que los cineastas no acaparan nunca portadas de periódicos-. Exceptuando la alusión bastante evidente en el protocolario discurso de la presidenta de la asociación AICE, María Guerra, nadie más puso voz a la conflictiva noticia que parece que hará temblar los cimientos de la industria del cine en España. Nuestro #metoo acaba de empezar, por fin, aunque muchos pueden pensar que aquella misma noche era demasiado pronto para sacar conclusiones, opinar o ser tajantes con la situación ante un micrófono abierto. Veremos qué ocurre en los Goya el próximo día 10.
Dicho esto, lo importante de aquella velada en el Palacio Vistalegre de Madrid no fue tanto la alfombra roja y sus modelitos (donde por cierto, sí se preguntó de manera directa a los invitados acerca del caso Vermut), ni la escasez de jamón ibérico, ni la sobredosis de Ferrero Rocher que hubo en las mesas. Lo importante fueron los premios, y lo más reseñable es que la serie La Mesías se llevó el pleno de estatuillas a las que optaba. Para sorpresa de nadie, la ficción creada por Los Javis fue la gran estrella de la noche, y es que estos chicos convierten en oro todo lo que tocan. Ganaron a las mejores interpretaciones (Lola Dueñas, Roger Casamayor, Irene Blanes y Albert Pla) y mejor guion para Javier Ambrossi, Javier Calvo, Nacho Vigalondo y Carmen Jiménez, y claro está, Mejor Serie dramática. En la gala se dejaron este premio para el final y no el de mejor película, lo cual ya es una declaración de intenciones de por dónde van estos premios que otorga la prensa cinematográfica española. También de Movistar Plus fue la mejor serie de comedia, cuyo reconocimiento fue para la divertidísima y costumbrista Poquita Fe. Lástima que Raúl Cimas no fuera quien tuvo que recoger el premio.
En el apartado de cine, 20.000 especies de abejas se alzó con el máximo premio de mejor película dramática, lo que la sitúa de alguna manera en cabeza para los cercanos premios de la Academia. También destacar el premio a mejor actriz de reparto a Patricia López Arnáiz, que recogió esa noche su tercer premio Feroz.
Cercana es también la nominación al Oscar de dos grandes películas españolas; La Sociedad de la Nieve -récord de visionados en Netflix- y Robot Dreams, de Pablo Berger. La primera se llevó el premio a la mejor dirección para J. Bayona y a mejor tráiler, que firma el montador Harry Eaton. En el caso de la animación de Berger, esta se alzó con el premio a la mejor película de comedia, algo que sorprendió gratamente al equipo, dado que las animaciones suelen competir solamente en sus propias categorías y no tanto en las de ficción real. También contaron con el premio al mejor cartel, diseñado por José Luis Ágreda, y mejor música original, compuesta por Alfonso de Vilallonga.
Respecto a los premios a las interpretaciones en películas, se hizo justicia con dos grandes actores que este año no paran de cosechar reconocimientos. Hablo de Malena Alterio, ganadora del Feroz por Que nadie duerma (de Antonio Méndez Esparza); y de David Verdaguer, el camaléonico actor que se mete en la piel del humorista Eugenio en Saben Aquell, película dirigida por David Trueba. El discurso más reivindicativo y sincero de la noche fue seguramente el de La Dani, premiado como mejor actor de reparto por su gran papel en la comedia Te estoy amando locamente.
El premio que otorga la entidad Dama al mejor guion de una película fue para Upon entry, de los también directores de la misma, Juan Sebastián Vásquez y Alejandro Rojas. El alma punk y alternativa de los Feroz la mantienen todavía las nominaciones al Feroz Arrebato de ficción y de no ficción. En estos casos, el primero fue para Sobre todo de noche, película dramática de Víctor Iriarte, y el segundo para el documental La Singla, de Paloma Zapata.
Por último, y no por ello menos importante, la veterana actriz Mónica Randall recibió su Premio Feroz Audi de Honor de manos de la también actriz Silvia Marsó. Randall, como es lógico muy emocionada, recibió el cariño y la admiración de todos los asistentes a la gala, ya sean invitados (los de las mesas con el vino) o del público general (los que estaban en la grada, sin vino). Y es que, para finalizar, cabe destacar que los Feroz han abierto al público la posibilidad de asistir a la ceremonia poniendo a la venta entradas con algunos precios asequibles, para que cualquiera pudiera disfrutar de la otra gran noche del cine español. No tenían eso sí, acceso al Ribera de Duero; sí que me consta que les dieron unos Ferrero Rocher para aguantar la noche, que fue larga.