Iciar Bollain se mete en terreno fangoso, pero como le suele ocurrir, sale airosa de muchas de las historias que refleja en la gran pantalla, especialmente de las más sensibles al espectador. Tras la comedia ligera de La boda de Rosa que estrenó dos años atrás, Bollain cambia de tercio y se sumerge de lleno en una historia real que se basa en la experiencia personal de una mujer víctima del terrorismo. Y no es cualquiera, sino que es Maixabel, la mujer luchadora que da nombre a esta película, viuda de un gobernador civil socialista de Tolosa (Juan Mari Jáuregui) asesinado por ETA en el año 2000. La de Maixabel, tras el atentado, ha sido una vida dedicada a la reparación. El suyo no fue un duelo común, decidió compartirlo con el resto de víctimas – incluso con ambos bandos- y dio voz a todo un pueblo que ya no solo pedía justicia, pedía el cese de la violencia, descanso y paz.
Debo ponerme en antecedentes puesto que esta película de alguna manera lo exige, y me resulta complicado separar el continente del contenido. Analizarla desde el punto de vista narrativo y formal se queda en un segundo plano cuando la directora nos plantea este relato todavía tan sensible para un país que vivió este horror no hace tantos años. Un buen guion estructurado de la mano de Isa Campo, y unas magníficas interpretaciones de los siempre solventes Blanca Portillo (que le den más papeles en el cine a esta mujer, por favor) y el eterno malo de la película, Luis Tosar. Su relación en la película, y lo que individualmente son capaces de transmitirnos, es tan real que nos ponen el corazón en un puño. El personaje de Portillo es ya una marca de la autora; mujeres fuertes y fieles a sus principios que parecen ir a contracorriente.
Maixabel no pasó desapercibida en San Sebastián, donde hace apenas una semana se estrenaba en Sección Oficial, y desde luego su historia caló al público tanto local como internacional. Y es que esta es de esas historias que fácilmente llegan al espectador y emocionan. Ya no solo porque sea real, o porque nos resulte cercana en espacio y tiempo; Maixabel representa a una sociedad dispuesta a dar otra oportunidad, consciente de los errores de cada uno, conocedora del problema desde la raíz. Por eso, esta película no es sobre ETA ni sobre sus víctimas, sino que habla de segundas oportunidades, de la importancia del perdón y de mirar hacia adelante, y de una reparación que es tan necesaria como el aire que respiramos.