DOLORS LÓPEZ: Abril llueve en la acera de enfrente, mientras Cristina juguetea con los cordones de la sudadera. Un miedo nuevo juguetea con ella.
El confinamiento anuncia paulatinamente su fin. Busca un libro de instrucciones para colocar su angustia en un lugar donde no moleste.
¿Cómo será volver a verle?
Ella se siente otra, y teme encontrar a otro en él.
En este tiempo han pasado cosas terribles fuera. Y dentro.
Se tuvo que adaptar, como todos, a vivir en el interior de un tsunami que arrasó el paisaje de sus vidas. Solo las fachadas húmedas de la calle siguen en pie. Y los árboles.
Sin tiempo para pensar, una gran losa cayó sobre la humanidad. Muchos murieron en el impacto. Los supervivientes atendieron la emergencia. Vivieron en la emergencia. Ahora no saben cómo salir de ella.
Comparte esta sensación con los amigos más cercanos. Casi todos son docentes, como ella. Hace un rato que terminó la clase virtual. Ahora se desahogan en un chat. Uno a uno, vierten su desasosiego.
Más que nunca, se sienten unidos en un duelo colectivo, sin guerras ni culpables a quien responsabilizar de la hecatombe. Otras pérdidas se suman a los muertos. Y al desastre económico.
–Hemos perdido la normalidad. Hemos perdido la seguridad. Ahora nadie se siente a salvo.
-Nuestro alumnado se siente igual, pero además siente la pérdida del futuro que imaginaba. No saben que papel tendrán interpretar.
-Hemos perdido las certezas, dice Cristina. Lo único real es la incertidumbre. Hay que aprender a vivir con ello.
Comienza a imponerse una inquietud en el grupo. ¿Cómo van a afrontar la vuelta? No saben cómo plantearse la acogida de los estudiantes.
-No podemos hacer como que nada ha pasado y “seguir donde nos quedamos el último día”.
-Yo no sé cómo enfocar la gestión de sus emociones cuando volvamos, ¡apenas sé cómo gestionar las mías!
Para todos es necesario tomar como punto de partida la realidad. A todos les ha cambiado la tragedia. Piensan que no pueden evitar afrontar el duelo individual y colectivo.
-Tendremos que prepararnos para elaborar nuestro propio estrés. Luego habrá que acompañarles a ellos.
-Hay que mejorar la comunicación entre ellos y nosotros.
-Esto nos ha pasado a todos. Creo que es fundamental sentirnos unidos. Y es verdad que lo estamos. La pandemia nos ha recolocado. Ahora todos formamos parte una ciudadanía superviviente.
El grupo acuerda trabajar estrategias de acogida y se despide, sin ganas, para atender sus rutinas diarias. Estar juntos es un regalo.
Cristina disuelve el mundo exterior en el café de mediodía.
Permanece hipnotizada ante la pantalla del móvil.
-¿Cómo será el regreso a ti? ¿Cómo será poder tocarte?, se pregunta ante su foto de perfil.
La mezcla entre ilusión y nerviosismo varía con las horas.
Mañana, por fin, será el mañana que esperó.
Volverá a decirle hola, con un temblor en la voz, por si se desvanece en la pantalla.
Y vivir será un regalo.