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PERDIDOS EN LA GRAN CIUDAD: COCAÍNA VINTAGE

ABELARDO MUÑOZ: “Sherlock Holmes cogió su botella del ángulo de la repisa de la chimenea y su jeringuilla hipodérmica de su fino estuche de tafilete. Insertó con sus dedos largos, blancos, nerviosos, la delicada aguja y se remangó el puño izquierdo de su camisa(…)

-¿Que ha sido hay: morfina o cocaína?

-Cocaína en disolución al siete por ciento.

-¡Reflexiones usted!-le dije con viveza- Calcule el coste que resulta!

Holmes contesta: Mi cerebro se rebela contra el estancamiento. Proporcióneme problemas, trabajo, deme el más abstruso de los criptogramas y entonces me encontraré en mi atmósfera propia. Podré prescindir de los estimulantes artificiales. Pero aborrezco la monótona rutina de la vida. Siento hambre de exaltación mental”.

Esto le contestaba Holmes a Watson al principio de la novela de Conan Doyle, El signo de los cuatro (1890) y quizás lo corroboraría alguno de los personajes que recorren el estimulante libro sobre la coca (*) de un experto en la materia, el historiador Juan Carlos Usó, que acaba de publicar un magnífico ensayo sobre el uso de la cocaína en los principios del siglo XX de la España cañí, antes de que la moral sanitaria cayera sobre la droga y se prohibiera en todo el planeta, con los macabros resultados que todos conocemos del poder del perro.

Usó no es un recién llegado a la investigación de las drogas, como digno heredero del difunto e imprescindible Antonio Escohotado ,ya publicó Drogas y cultura de masas (España 1855-1995). El investigador de Nules tiene la virtud en sus escritos de no moralizar ni juzgar nada sino de exponer con prosa ágil e irónica la doble moral que ha recorrido la historia de las drogas.

En este caso comienza en1914, cuando la neutralidad de nuestro país en la Gran Guerra permitió un enriquecimiento sin límites de las élites económicas. “Al socaire de la neutralidad florecieron por todas partes las flores del mal. Infinidad de aventureros de todo el mundo se instalaron en Cataluña” y el negocio de los alcaloides de la felicidad, esas flores del mal, se hizo viral entre nosotros. Manejando una documentación exhaustiva Usó nos cuenta los avatares de la droga maldita pero divina, consumida sin freno por todas las clases sociales, mucho antes de que al final del siglo XX fuera cosa de señoritos y ahora esté a la orden del día, debidamente adulterada.

El ensayo narra, entre otras muchas anécdotas,  los intentos desesperados de La Provincias y el doctor Sanchis Bergón por convencer al gobernador de turno para “atajar el escandaloso tráfico y consumo de cocaína y morfina”  en los cabarets de Valencia. El Bataclán, el Eden Concert, en Russafa, el Madrid Concert en la calle Ribera. Mucho antes de la Ruta del Bacalao. La ciudad era una fiesta y un exceso. Industriales farmacéuticos de renombre se dedicaban al tráfico y hasta nuestro ilustre gramático Carles Salvador publicó en la prensa un poema dedicado a lo que llamaban en plan cursi “la divina cocó”.

En su columna Dietari, Salvador titulaba O! la cocaína (sic)y que en algunos de sus versos rezaba “0!, la cocaína/ no és asoles a Ciutat/ que també la a vila pina/un señor ha demanat/un poco cocaína”.

El libro da cuenta de todas las mangancias que en los años 1920 se hacían por aquí. Un dependiente de farmacia que al terminar la jornada se dedicaba a distribuir cocaína a sus amigos, como en los 1970 se hacía con las anfetaminas, en forma de Torinal o Bustaid. El asunto de los dealers no es cosa pues de la generación beat y así el investigador demuestra como ya antes de la guerra civil la coca circulaba sin problemas por la ciudad. Y cita entre otros al periodista Federico Martínez Miñana, del diario El Escándalo. “Nuestro barrio maldito, está dentro, en el corazón de la ciudad, clavándose la peina de tres púas, que hacen las calles del Hospital, Guillem de Castro y San Vicente. Su arteria, su boulevard, es la calle de Gracia, como una colmena maloliente que rezuma miseria, escándalo y falsas llamaradas de alegría”. Parece un verso de Baudelaire.

Tiene gracia que, en cien años,Velluters no haya cambiado mucho el tono que describía el reportero. Y aun hoy en día, y ante el escandalo y protesta vecinal que clama en el desierto, el perverso consumidor aun puede conseguir en sus callejas una piedra de crack de malísima calidad, pero coca base en fin. Aquella que la CIA inventó y distribuyo en los barrios pobres de NYC el siglo pasado para aniquilar a los negratas. O como la autoridad franquista promocionó el caballo en Euzkadi o Andalucía, para envenenar la rebeldía. La historia se repite.

Sin entrar en valoraciones, Juan Carlos Usó vuelve a deleitarnos con un trabajo que ofrece información inédita a raudales de aquella Valencia antigua que ya fue capital del vicio, como de alguna manera lo sigue siendo ahora, junto a otras grandes urbes de la península. No hay que olvidar que el discutido puerto de Valencia esté considerado como el de mayor entrada de cocaína americana en Europa. Y mientras la política reaccionaria del prohibicionismo siembra la muerte y la explotación por doquier, a ambos lados del Atlántico, la fiesta sigue.

Hay muchos que, como el gran Sherlock, siguen “sin soportar la monótona rutina de la vida”. En este siglo XXI de pandemias y desastres lo peor es que la cocaína que circula por ahí, es tan mala, que no deja de provocar desaguisados y pendencias en los centros de ocio. Y la información, siempre negativa, sigue alimentando las ansias del alcaloide andino que, mezclado con alcohol, convierte a los jóvenes consumidores en auténticos salvajes.

(*)Arroz, horchata & cocaína. La incorporación de las drogas en la cultura popular valenciana (1914-1939) J.C Usó. Eds. Matriosca.

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