Una familia juega al trivial en el salón de su casa. La pregunta que ya deducimos mientras aparecen los títulos de crédito es: “¿Cuál era el nombre propio de la mujer de Antonio Machado?”, y luego: “¿En qué tragedia shakesperiana aparece un personaje llamado Cordelia?”. La primera imagen que vemos es un plano medio de Laia (la que será uno de los personajes protagonistas de la serie, una de las agentes de Asuntos Internos de la Policía), y ya después, en los otros lados de la mesa, a la familia completa, sus padres y su hermano. La situación se tensa cuando ésta descubre que su padre ha intentado hacer trampas en el juego. Ella no soporta el engaño, mientras que a los otros les da igual, tratan de quitarle peso al asunto, no lo ven para tanto. Con esta reveladora y lúcida secuencia arranca Antidisturbios, la nueva serie de Rodrigo Sorogoyen (Stockholm, Que dios nos perdone, El reino, Madre -el corto y el largo-), realizada en gran parte por su habitual equipo (coproducida por su productora Caballo Films, Isabel Peña y él mismo como creadores y guionistas, fotografía de Álex de Pablo y Diego Cabezas, música de Olivier Arson, montaje de Alberto del Campo, y esta vez, Eduardo Villanueva también en el guion y Borja Soler en la dirección de dos capítulos), estrenada en la pasada edición del Festival de San Sebastián y que desde el pasado 16 de octubre ya puede verse completa en Movistar Plus.
Esta secuencia inicial ya es magnífica, no solamente porque nos presenta de forma perspicaz, sutil y sagaz a uno de los personajes protagonistas y claves de la serie, sino porque utiliza la narrativa audiovisual, las posibilidades que tiene el cine, para definirlo, tanto de forma individual como con respecto a los otros y al entorno que lo rodea, e introducir así los motivos que mueven el relato: las pulsiones humanas, las relaciones de convivencia entre uno mismo y la realidad en la que vive, la vieja y famosa picaresca española y la subversión de los roles convencionales de género. Pues Laia no será “la mujer de”, sino más bien la encarnación del personaje trágico de Cordelia, de El Rey Lear, imagen de la esperanza, un personaje a contracorriente y a su vez ambiguo, que trata de luchar contra la corrupción del mundo que lo envuelve, pero que, sin embargo, también termina siendo derrotado.
En ese primer capítulo, Sorogoyen filma el que será el hilo que empuja y haga evolucionar la trama: un equipo de antidisturbios realiza un desahucio que termina en desgracia, la muerte de una persona, un inmigrante vecino de la corrala donde ocurre el incidente. A lo largo de seis capítulos, de más o menos una hora de duración cada uno, la serie narra las consecuencias de ese hecho y todo el turbio mundo que hay detrás; la investigación que se empeña en seguir la agente Laia (y el equipo encubierto del que será parte) y a partir de la complicada situación legal a la que se enfrentan, la cotidianidad de los miembros de ese cuerpo de policía, sus realidades diversas. Pero que los antidisturbios también son personas como lo somos todos nosotros es algo obvio y sabido (qué serían si no), y que, por lo tanto, como tales, pueden tener una vida no tan distinta a la que podamos tener nosotros, con sus tristezas, alegrías, responsabilidades, ataduras y servidumbres diarias.