Las adaptaciones cinematográficas del popular videojuego Resident Evil quedaban muy lejos de ser obras maestras; pero, al menos, solían ofrecer entretenimiento desenfadado a todo aquel que se dejara llevar por su locura zombi. Sin embargo, en época de reboots, parece que cualquier producto sea digno de ser estrenado en cine, y ni lo que antaño funcionaba es transformado en algo mínimamente decente para ser exhibido. Ese es el caso de la desvergonzadamente horripilante Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City.

El filme nos sitúa en la urbe que le da nombre, convertida en un agujero inmundo tras la marcha de Umbrella Corporation. Cuando sus trapos sucios salgan al mundo exterior, serán unos pocos agentes de policía y la hermana de uno de ellos los que tengan que hacer frente a tan espantosas creaciones.

Es perfectamente comprensible que una obra basada en un videojuego desee contentar a los aficionados del mismo, pero es totalmente inaceptable que un largometraje se acabe transformando por entero en una horrible cinemática sin pizca de gracia. La película nunca encuentra su tono, y no termina de saber si quiere tirar más hacia la comedia de terror o a un gore serio de mayor envergadura. Lo que acaba por ser es un completo desastre, incapaz de hacer reír, ni de entretener a nadie; porque está tan ocupada en parecer un videojuego mediante sus grotescos monstruos que se olvida el alma y cualquier argumento que justifique su existencia por el camino. No contiene ni el divertimento de una cinta palomitera, ni la gracia habilidosa de echar una partida a la consola contra los no muertos. Un apocalíptico fracaso, se mire por donde se mire.