JAVIER BERGANZA: Bajo el manto de esta nueva sociedad dónde la competitividad y encontrar tu hueco se convierte en una lucha permanente para los jóvenes, Isa (Greta Fernández) trata de descubrir quién es y en qué se quiere convertir. Isa es una fotógrafa con ínfulas de influencer que quiere sentirse respetada en su agencia. Fotografía de producto que se termina convirtiendo en esa constante venta a través de redes sociales de una vida que no tiene porqué ser necesariamente la tuya.
Isa está perdida. Se siente perdida en su trabajo, en su futuro y en sus relaciones amorosas. Con una pareja que le exige una relación cerrada que ella no está dispuesta a tener, ella no quiere ataduras, quiere probar, desear y sentirse deseada con distintas personas. Ese peso del tiempo que pasa inexorable y ante el que solo podemos perder la batalla. Siempre es “ahora o nunca”, siempre es tarde. La relación con Guillem es tan breve como impráctica en el metraje. La ruptura la desestabiliza, pero como espectadores nos tenemos que creer ese arco del personaje, porque a Guillem le hemos conocido 10 minutos. Se marcha a la misma velocidad a la que llega, y con una importancia que, a priori, el guion parece no darle.
Llega una nueva compañera a la agencia, Abril (Elena Martín Gimeno), y esa inseguridad sobre su propio talento crece aún más en Isa. Las dudas sobre si su mirada tiene verdaderamente un estilo, algo que siempre es difícil de encontrar y de definir. A esto se suma una mala relación con sus padres. Conviviendo con su madre, una mujer estricta que parece estar un recuperándose de un divorcio que ha hecho mella en la relación con su hija.
Como no podía ser de otra forma, a nivel fotográfico la película es deliciosa. Isa trata de encontrar su mirada a través de lentes macro, y el filme se aprovecha de ello y utiliza estas ópticas para centrar las narraciones en muchos planos detalle. Las pieles y las texturas son un lenguaje más de la película, una forma de encontrar las respiraciones y los tactos, de acercar los sentidos y buscar emociones sobre la sensualidad y el cuerpo.
Por desgracia, la trama se pierde en esa misma dificultad de su propia definición. El tratar de narrar la propia incomprensión que sufre Isa sobre si misma y sobre su vida, hace que todo quede en una sensación de movimiento caótico y circular. Nada termina de avanzar, todo es un ir y venir de subtramas que pierden a Isa en una vida demasiado rápida para ser disfrutada. Sus cruces con nuevas parejas, sus discusiones en casa y su lucha laboral hace que todo sea tosco y nada termine de culminar. Su final es demasiado rápido, en una decisión que el personaje de Greta Fernández toma casi porque sí. Sin terminar de justificar un arco final que la transforma y la deja en un espacio algo vacío.
En definitiva, una película apetecible por su técnica fotográfica y por su juego con las luces, pero que tiene un guion que da la sensación de estar en versiones iniciales y no en su fase final. Greta defiende bien a su personaje, como de costumbre, pero no es capaz de aguantar todo el filme, que termina por pesar demasiado en sus espaldas.