Virgine Efira está en racha. Ya pudimos apreciar su talento en Benedetta y en Adios, idiotas, y ahora vuelve a contarnos una historia con un personaje distinto. Judith es una madre que parece vivir feliz en un matrimonio estable y, en cierto modo, rutinario. Su marido, un director de orquesta que está labrándose un buen futuro en la música, la adora. Sus hijos están en edades algo más difíciles, pero ese amor que ella siente por ellos se expulsa por toda la pantalla. Ella, Judith, es una traductora que no deja de viajar de aquí para allá en conferencias tan oficiales como aburridas. Todo parece normal, hasta que, en uno de esos supuestos viajes de trabajo, nos damos cuenta de su doble vida. Judith tiene un amante y otra hija en Suiza.
Aquí comienza un complicado viaje. Una ruta de lucha constante entre la propia narrativa y el espectador; los guionistas conocen el terreno y ahondan en los momentos exactos para que nada quede en el aire. La premisa inicial puede funcionar debidamente: una mujer con una doble vida oculta por sus continuos viajes. Pero hace falta algo más para que el proyecto se mantenga. Aquí, Antoine Barraud comienza a darnos migas, demostrando un genial control de la información que debe manejar el espectador. Evidentemente queda lejos de Hitchcock, pero en cierto modo hay cosas que resuenan. Si el espectador sabe que bajo la mesa hay una bomba toda la secuencia se impregna de tensión. Aquí funciona al contrario, el espectador es quién no sabe todo, y quién debe seguir a Judith para que nos aporte todos los datos. Dándole a toda la trama esa dosis de intriga tan bien equilibrada.
Poco a poco se abren puertas que contestan a preguntas. Todo bajo el pulso de una interpretación muy bien medida y bien acompañada. Virgine brilla, como ya nos tiene acostumbrados. Quim está muy bien durante todo el filme, salvo en los instantes finales, dónde no termina de generar toda la credibilidad necesaria. Bruno Salomone está en un rol más pasivo y se nota para mal, aunque tampoco le termina pasando factura. Todo gira entorno a Judith, ella maneja los hilos y baila al son del ritmo que ha impuesto en su vida.
Como decía, el manejo de la información es brillante. Antoine sabe en todo momento dónde está y qué debe pensar el espectador. No deja grietas ni rencillas. Está todo atado y bien atado para que todo avance con las ideas precisas. Un dirección casi quirúrgica. Si bien es cierto, que en su parte final todo se queda algo corto. Es cierto que es algo común; el ir alimentando la intriga genera unas expectativas que raras veces se colman. Este es otro ejemplo, aunque, si bien es cierto, el cierre del último acto es bueno. La ínfula del espectador es culpa nuestra y solo nuestra.
En definitiva, un filme potente e interesante. Buenas interpretaciones, principalmente la de Virgine, que caminan de la mano de una premisa que parece poco creíble al inicio, pero que poco a poco va cargándose de interés. Todo funciona debidamente sin terminar de relucir de forma espléndida. Una buena opción para estas semanas de frío.