JAVIER BERGANZA: 1957, Valencia sufre una de las mayores desgracias climáticas de su historia. El río Turia se sale de su cauce y el agua inunda todas las poblaciones colindantes. El barro lo arrastra todo y miles de personas se quedan sin sus hogares. La policía no da abasto, cientos de heridos y fallecidos, una ciudad colapsada en medio de una dictadura franquista que busca enmudecerlo todo lo antes posible.
En medio de todo esto, Olvido Granell (María Caballero) trata de encontrar la luz de la verdad. Esta joven redactora, de las pocas mujeres de la época, intenta hacerse con un artículo potente, rehuyendo las florituras y los positivismos de la prensa censurada (y autocensurada) de la época. Junto a su fotógrafo se acerca a las zonas más afectadas y acaba descubriendo una serie de cadáveres que esconden unas extrañas cicatrices que nada tienen que ver con la riada del mes de octubre.
Aquí comienza un thriller de investigación policíaca que coquetea con el noir. La película está fantásticamente bien fotografiada, generando una ambientación muy basada en los azules durante los espacios exteriores (muy bien conseguidos por su buen trabajo en el diseño de arte) y viajando a claroscuros, luces más cálidas y sombreados duros en sus interiores. Acercándose, como decíamos, a un cine más noir.
La trama avanza con cautela y se cuece a fuego lento, el espectador acompaña a Olvido y al sargento Caplliure durante la investigación, encontrándose con las trabas que el propio sistema policial les pone durante el camino. No quieren que nadie meta ahí la nariz, todo tiene que ser tapado, y los riesgos comienzan a acrecentarse.
María Caballero, que acaba de recibir el premio en Cinemajove a “Un futur de cine” presenta su candidatura a actriz revelación en los Goya. Consigue una Olvido con muchas capas, con presiones familiares, con responsabilidades como madre y con una capacidad y una fuerza para seguir adelante a pesar de las circunstancias adversas. Siempre hablando a través de la mirada, contenida y, al mismo tiempo, llena de emoción. Una presentación maravillosa de una actriz valenciana que, estoy seguro, dará mucho de que hablar en los próximos años.
Inés Paris, por su parte, consigue adaptarse a un género que no es el suyo. Decide no arriesgar del todo y narrarlo todo desde la seguridad. La cámara conecta con la historia y se coloca siempre en el sitio correcto. Si bien es cierto que arriesga poco, pero la inversión está en la narración fotográfica y en la dirección actoral, con un elenco amplio que genera una armonía tonal muy intersante.
El cine valenciano sigue creciendo. Una producción pequeña e independiente que consigue hacernos viajar a hace casi 70 años. Competirá contra grandes películas de renombre en cartelera, pero si tiene un rato y desea ver una buena historia cocida en las calles de valencia entre sangre y barro, no dude en acercarse a los cines. Una película que no caerá en el olvido.