Observar a los demás a través de las ventanas, de los balcones. Imaginar cómo es la vida de los otros con unos pequeños detalles. La naturalidad de lo corriente. La fuerza de la cotidiano. Así parece observar Neus Ballús, desde lejos pero implicándose. Sin querer afectar en lo que ocurre, en la verdad, pero generando una historia a través de la mirada. Empezamos en una casa corriente, en una cualquiera. Vemos a dos fontaneros tratando de arreglar un desagüe. Son algo lentos y un poco torpes. Valero y Pep, dos fontaneros que nos contarán su historia, su vida, que nos abrirán su balcón para que observemos cómo es la cotidianidad de seis días corrientes.
La película, como no podía ser de otra forma, está dividida en seis capítulos. Uno por cada día de la semana de Valero, Pep y Moha, un nuevo trabajador de esta pequeña empresa de fontanería a las afueras de Barcelona, que estará en periodo de prueba, ya que la jubilación de Pep está cada vez más cerca. Film difícil de catalogar, ya que viaja entre la ficción y el documental, entre el mensaje crítico y social y la comedia.
Espiga de plata y premio del público en Seminci, premio ex-aequo para Valero y Moha por mejor interpretación en Locarno, y nominación a mejor comedia en los Feroz. La película ha iniciado su carrera con un positivismo que se filtra. La relación de estos tres protagonistas varía con forme el metraje avanza. Es cierto que el arco más cambiante es el de Valero, que arranca con una actitud algo bravucona, y termina yéndose a otros espacios según va quitándose esa careta que él mismo ha colocado para protegerse. Moha y Pep, sobre todo este último, se quedan más estáticos y su evolución es menos interesante. Igualmente estos tres personajes se equilibran, funcionando como contrapesos el uno del otro, permitiendo que todo avance con el ritmo y velocidad pertinentes.
La comedia endulza una crisis social muy arraigada. El racismo, la falta de conciencia de clase, y la difícil adaptación a una nueva cultura que sufren las personas extranjeras se señala con un velo cómico que facilita su entrada. Nada es absolutamente directo, aunque tampoco queda en segundo plano. El equilibrio de este mensaje, muy agradecido por su formato, es mérito de la directora catalana, que logra hacer malabares con una historia, a priori, poco interesante, pero que termina lanzando notas muy bien afinadas.
En definitiva, un cuento sobre lo cotidiano, sobre la vida natural y real de nuestra sociedad actual. Una comedia ligera con un poso que nos hace pensar sobre nosotros mismos. Sin grandes composiciones, sin movimientos de cámara muy cargados, viajando siempre desde lejos, observando con calma, como si fuéramos aficionados a avistar aves. El espectador espera en silencio, con sus binoculares, y ve cómo es la vida de estos tres hombres, cuál es su concepto de amistad, de amor y de compañerismo. Y el mensaje cala, sin pretensiones de hacerlo. Con un cariño muy pulido, en una fórmula bien elaborada.