Hablar de Kenneth Branagh es hablar de un gran actor y un excelente director de cine y teatro. Hemos visto sus múltiples adaptaciones de Shakespeare, algunas grandiosas como Hamlet (1996), Otelo (1995), Mucho ruido y pocas nueces (1993) y en su haber tiene la mítica Los amigos de Peter (1992) una película con una maravillosa banda sonora que marcó la vida de toda una generación de los 90. Lo que no sabíamos es el experto en Shakespeare era nacido en Irlanda del Norte, en Belfast. Se nota que tenía una deuda pendiente con su infancia, su barrio y su familia. Belfast es una película elegante, emotiva por momentos, nostálgica sin caer en la lágrima fácil. Es un homenaje a los que se quedaron (en Irlanda del norte), los que se fueron y los que se perdieron. La historia está situada a mediados de los 60 cuando los barrios mixtos donde vivían católicos y protestantes se ven envueltos en la violencia promovida por los sectores protestantes que tratan de desalojar a los vecinos católicos. En esas calles creció el joven Kenneth en el seno de una familia protestante, pero con unos padres abiertos que le inculcaron el respeto por todas las religiones. Y precisamente, ese fue el motivo que les hizo abandonar Belfast. Si algo transmite es amor por su familia, por sus abuelos de clase trabajadora y amor por el cine. Se pueden ver varios fragmentos de Cuando los dinosaurios dominaban la tierra, El hombre que mató a Liberty Balance, Solo ante el peligro o la mítica serie de televisión Star Trek que marcó a toda una generación en los 70. El cine sirve para entender y procesar la realidad desde la mirada infantil. Branagh construye ese relato salpicado de anécdotas, con una estupenda fotografía en blanco y negro y con unos excepcionales actores encabezados por July Dench, Jamie Dornan o el niño Jude Hill, todo un futuro de cine. Y como siempre, una banda sonora dominada por Van Morrison. Una película elegante de un niño llamado Kenneth Branagh.