Este tipo de comedias tiene una misión fundamental: mostrarnos el lado bueno de las cosas malas e inyectarnos un buen chute de serotonina, de esos de los que sales del cine pensando que la vida, a pesar de todo, es maravillosa.
Había ganas de volver a las salas de cine y las comedias españolas veraniegas no suelen ser una mala opción, si las expectativas no están por las nubes y se va con las ideas claras, que es pasar un buen rato, refrescar las lecciones vitales que nos enseña el séptimo arte –que nunca vienen mal- y constatar que en el cine, de tópicos también se vive.
Y es que La lista de los deseos parte de lugares comunes, y acaba con una sonrisa en otro lugar común. Empezamos con tres mujeres modernas y empoderadas (como todas, espero) que le plantan cara a los monstruos de la vida, ya sean en forma de hombre o de metástasis. Las secuencias más duras y dramáticas de la película, tratándose de unas mujeres muy vitalistas de las cuales dos padecen cáncer, no desmerecen en absoluto ante una comedia que tira de estereotipos y frases un tanto vulgares para hacer reír, como si adjudicarle a los personajes femeninos el rol de los masculinos fuera ir en pro del feminismo más actual. No será tanto así, pero hay que reconocer que el trío de reinas tienen su picardía y tanto León, Abril como la tarada del personaje de Alonso (cada una tiene sus particulares taras) están esplendidas en una película luminosa que nos enseña que la vida son dos días, que el ayer ya se ha ido y el mañana aún no ha llegado -Álvaro Díaz Lorenzo dixit-.
En definitiva, esta road movie del tipo objetivo de cumplir deseos y reconciliarse con una misma, haciendo un repaso por los temas familiares, amorosos y sexuales pendientes, tendrá muchos defectos, entre ellos la forzada bandera feminista ondeando continuamente, incluso cuando nadie se lo ha pedido. Pero se agradece volver al cine, reírse en el cine, y de paso, con la entrada de esta película contribuyes un poquito para la lucha contra el cáncer. Id a verla, que la vida son dos días.