JAVIER BERGANZA: Park Chan-Wook es uno de esos directores ante los que poner la alarma. De los que estar atento a su próximo estreno para, cuando uno se entera de la fecha, azuzar el calendario y que el tiempo pase más deprisa. Porque si algo nos ha dejado el director coreano es cine del que se queda en la memoria, del que se ata a las retinas sin soltarse.
El director de Oldboy (2003) y La doncella (2016), nos trae un película con una trama algo más clásica. Más anclada a la resolución de su conflicto que, en realidad no termina de brillar del todo. La trama del asesinato busca cierto enrevesamiento típico del cine coreano. Giros de guion en puntos del acto menos comunes. Cambios de ritmo que, desde luego, generan cosas en el espectador, pero que a veces están incluidos casi porque sí. Como una especie de marca de agua.
Y es el caso de Decision to leave. La película no termina de rematar las puntadas en una premisa relativamente potente y bien construida en su arranque. Aunque, eso sí, el delirio técnico hace que todo eso quede en un segundo plano. Decision to leave es una película libre. Con una capacidad casi única para envolver la narración de una textura audiovisual pocas veces vista. La originalidad de los encuadres y la resolución para narrar a través de la dirección son especiales. Park Chan Wook, de nuevo, consigue contar las cosas con un estilo tan perfeccionado como singular.
Lo que arranca como cine noir reacondicionado, termina por cambiar de género y virar hacia una trama de romance que tiene algo más de fuerza. Todo se cocina mejor aquí, dónde observamos la naturalidad y la verdad interna de unos personajes que bailan. Nos olvidamos de sus trajes y de sus empleos, y vemos la realidad detrás de la careta.
Excelentemente bien fotografiada, como de costumbre, aunque cambiando esta vez de jefe de departamento. Chung Chung-Hoon ha sido el director de fotografía de confianza del cineasta surcoreano. En este caso, observamos el trabajo de Kim Ji-yong, quién era operador de cámara en la serie Okja, y sigue estando a la altura de los anteriores trabajos de su colega. La elección de ópticas es excelente aprovechando cada gran angular para abrir planos pocas veces vistos. Jugando con teleobjetivos en las zonas mas “noir” del filme y componiendo en 35 mm con líneas del espacio que aunan una narrativa eminentemente clásica pero muy moderna en su firma.
En definitiva, una película visualmente muy potente. Algo desligada por un guion que quizá se pierde en el cómo, pero que igualmente aguanta el peso de una puesta en escena digna de uno de los realizadores más interesantes de las últimas décadas. Park Chan Wook jamás se fue, y ahora volveremos a estar atentos para señalar la próxima fecha de su siguiente estreno.