PAU VERGARA: Aún no está nada claro qué mecanismos se activan en el cerebro para conseguir el sentimiento de miedo. Se sabe que es un instituto humano que ha ayudado a la supervivencia de la especie. Las pesadillas son las proyecciones de esos miedos. Cuando despertamos y somos conscientes el miedo desaparece salvo desequilibrios psíquicos. El cine ayuda a recrear esos medios en un entorno seguro. Nos encerramos en la sala oscura-ahora el comedor de casa- para recrear esa sensación. No deja de ser irónico nuestra capacidad para someter al cerebro a experimentar esas sensaciones, en principio negativas, y que esa emoción pueda llegar a ser un entretenimiento.
En Hermana Muerte de Paco Plaza vuelve a convencer-y vencer al verla en la pequeña y ahora gran pantalla-. Y lo hace con una sobriedad que sorprende después de ver la segunda parte de La Monja de la que hablé hace unos días en otra crítica. Todos los defectos de aquella, son los méritos de esta. Estamos ante una precuela de Verónica, la anterior película de Paco Plaza, que ayuda a entender el origen de esa monja medio ciega con capacidades especiales para surfear en el más allá. El gran mérito de Paco Plaza es haber construido un relato de terror con muy pocos elementos. La puesta en escena es tan sobria como el propio convento; la maquinaria del miedo está justamente dosificada en elementos simbólicos bastante básicos: la silla que se cae, las fotos de los difuntos, la “niña santa” y los recursos de sonido permiten ir construyendo esa atmósfera de pesadilla que nos hace transcurrir por la inquietud hasta el susto en el sofá (ya no es la butaca). El formato cuatro tercios ayuda a hacer más angustiosa la opresión entre las paredes del convento hasta desvelar esa energía negativa oculta en el silencio del convento. La parte final es redonda. En ese momento Paco Plaza ya nos ha comprado como espectadores y es capaz de subirnos al éxtasis de la hermana Narcisa plagado de referencias cinematográficas al cine de Dreyer o Polansky. No sabemos si lo que está pasando es real o es una imaginación fruto del fervor religioso. Cualquiera de las dos teorías valdría. Pero la puntilla la da cuando sale a pasear la presencia momificada de la monja del más allá. En la época de los efectos visuales, era una decisión de alto riesgo que funciona, es decir, nos activa ese sentimiento atávico e incontrolable llamado miedo. Sin duda, unos de los mejores trabajos de Paco Plaza que merece un segundo visionado para ver todos los detalles.