Cartelera Turia

(3) LA QUIMERA, de Alicia Rohrwacher. I tombaroli.

PEDRO URIS: Esta nueva película de la joven cineasta italiana Alicia Rohrwacher —de la que conocía la sorprendente Lazzaro felice (2018)— es, ante todo y de nuevo, una película capaz de sorprender al espectador, una virtud no demasiado frecuente en la pantalla. Y no me refiero a que uno no sepa cómo va a acabar la historia ni quién sea el responsable de los hechos, sino a una incertidumbre mucho más profunda que afecta a todos los componentes del relato. Vamos, que ni siquiera estamos muy seguros de qué va o de qué irá el relato y no tenemos más remedio que dejarnos llevar por una corriente entre la magia y la realidad. Ya tendremos tiempo, cuando la película termine, de reflexionar sobre lo que nos acaban de contar… o sobre lo que acabamos de sentir, porque este es un cine más de sensaciones que de hechos.

Un cine, pues, que deja mucha libertad al espectador a la hora de leer o interpretar, nunca serán experiencias idénticas por mucho que recorran una misma órbita o habiten un planeta igual de remoto y desconocido. Las líneas que siguen serán, por tanto, mis sensaciones ante este relato tan libre: una historia de perdedores y desheredados —las bandas de tombaroli que saquean las tumbas milenarias que cubren el subsuelo de Italia, en busca de esa quimera que les sacará para siempre de una miseria desde siempre— que me ha recordado la mirada de Kaurismaki sobre idéntico universo. A pesar de que el sencillo final feliz del maestro finlandés se transmuta aquí en críptico y sombrío, y de que el supremo ascetismo gestual de aquellos encuentra aquí su némesis en el delirio gestual italiano. Pues no se parecen en nada, dirá con sensatez el lector. Es muy posible, pero esta película tampoco se parece a ninguna otra, así que cada uno queda libre para efectuar las asociaciones que le parezcan.

En cualquier caso, la película nos propone una mirada cargada de dolor y de alegría sobre todos aquellos que caminan, ¿qué caminamos?, sobre una tierra cargada de tesoros buscando el paraíso con una rama de zahorí como única herramienta y con el eterno fracaso a la vuelta de la esquina. Tan solo la energía del grupo de mujeres que ocupan la vieja estación abandonada abre —la solidaridad de los desheredados (de nuevo Kaurismaki)— una ventana a la esperanza, aunque el protagonista decida, finalmente, ignorarla, empujado por esa pulsión maldita que le devuelve a la quimera de los que nunca llegarán a ninguna parte.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *