JAVIER BERGANZA: Tras su exitoso paso por Sitges (fuera de competición) el estreno de Mantícora estaba en boca de todos y todas. Carlos Vermut vuelve a la gran pantalla tras Quién te cantará, y tras escribir el guion de La abuela, de Paco Plaza. Mantícora nos cuenta la historia de Julián, un joven modelador de monstruos en videojuegos que esconde una oscura realidad.
Con una maravillosa fotografía a manos de Alana Mejía González, la historia avanza libre a través de una enfermedad que pone difícil la premisa más clara de las todas los cuentos habidos y por haber en la humanidad: el espectador empatiza con el protagonista. Da igual si es el típico héroe que busca rescatar a una princesa, o Adolf Hitler. Si es el protagonista, el espectador irá con él. Aquí Carlos Vermut se atreve a poner eso en duda, finalizando el primer acto mostrándonos una patología en Julián que revuelve el estómago. A partir de aquí, con tu pan de te lo comas. Carlos busca profundizar en las raíces y mostrarnos un personaje complejo y real. Un chico tímido, buen trabajador y preocupado por los demás.
Julián parece encontrar el amor con Diana, una amiga de una compañera de trabajo. Se conocen en una fiesta, coinciden en el cine y, a partir de aquí, esa amistad camina con lentitud hasta convertirse en los inicios de lo que parece una relación sana. Al fin Julián encuentra la felicidad que tanto buscaba. Pero con el avanzar de los minutos, a través de un desarrollo lento y natural, como la vida misma, Julián se encuentra con su problema en las narices. La realidad le supera y él trata de convertirse en su propio monstruo.
El tercer acto contiene un plano secuencia tan incómodo como magnífico. Carlos Vermut logra erizar la piel del espectador y hacerle contener la respiración. Aguantas el grito sin dejar de poder mirar. Un ejercicio espléndido de incomodidad y desgaste. Un cierre que te deja con un sabor de boca que dura horas.
Una película con fuerza y estilo. Que no encuentra la provocación en lo fácil si no en lo elaborado, con un guion compensado y bien arraigado. Con unas interpretaciones magnificas y, como decía, con una delicia de fotografía que encuentra en la desaturación y el contraluz su forma de narrar las partes más oscuras del alma del ser humano.