JAVIER BERGANZA: Uno de esos elementos que hacen que el espectador se quede enganchado a una película (incluso horas después de haberla visto) es su premisa. Si la situación inicial, si el escenario donde todo arranca, es interesante, el resto es más fácil. Pero que sea más fácil no quiere decir que ya esté hecho. Lucía Alemany explota una idea que funciona perfectamente en comedia con un dirección muy limpia y repleta de intenciones. Dejando claro el talento de la cineasta catalana, directora de la maravillosa La inocencia, y su capacidad de adaptación a un género distinto y a un tipo de proyecto radicalmente diferente.
La inocencia y Mari(dos) se parecen más bien poco, desde su creación aparentan proyectos radicalmente distintos. Si La inocencia fue una película autobiográfica, de presupuesto bajo, rodada buscando el realismo con una fuerza atronadora, Mari(dos) es una comedia de estudio. De esas que huelen a guion comprado por la productora y que se ha lanzando en la búsqueda de una directora que le de estilo y no les cause demasiados problemas. Lo de los problemas ni idea, lo del estilo ya les digo yo que sí.
Toni (Paco León) y Emilio (Ernesto Alterio) reciben una misma llamada: su mujer está en coma tras un alud en la montaña. Allí descubrirán que están casados con la misma persona. Mientras esperan a que ella despierte tratan de solventar sus problemas y entender qué ha ocurrido. La película es muchas al mismo tiempo. Lucía decide arriesgar y generar motivos de western desde un inicio. Esto es un duelo, una pelea a muerte entre dos hombres heridos en el orgullo. Y del western pasa al buddy movie, planteando un filme de acompañamiento, de una pareja que se odia pero que poco a poco va encontrando espacios dónde convivir y aprender. Pero, sobre todo, es una comedia. Aprovechando esa vis cómica de un Paco León que últimamente está muy en forma. Ernesto Alterio, por supuesto, no se queda atrás. En un personaje mucho más vitriólico, más cáustico.
Algún gag queda algo alejado y se salva gracias a diálogos bien pulidos y a interpretaciones muy correctas. Pero en general consigue lo que busca. Que la sonrisilla tonta no se te borre de la cara durante más de hora y media. La tensión del qué está ocurriendo dura poco, no hay mucho misterio en una historia que es fácil de intuir. Lo que verdaderamente queda es el cómo. Es darse cuenta que este tipo de películas pueden ser muy buenas. Quizá estamos algo mal acostumbrados por los últimos años, dónde nos encontrábamos con obras tan blancas e impersonales que asustaban. Películas pensadas para la televisión y para vender más y más copias. Mari(dos) está en un punto muy cercano, es cine meramente comercial, pero con estilo. Con intenciones. Demostrando que detrás hay alguien. Enseñándole al espectador que Directora hay más de una.
Esta es, entre otras cosas, la confirmación de que tenemos Lucía Alemany para rato. Lo vamos a disfrutar, y mucho. Abróchense el cinturón.