Cartelera Turia

(3) NOSTALGIA , de Mario Martone. Cara a cara.

PEDRO URIS: En un corto espacio de tiempo han llegado a nuestras pantallas —las que sean, porque eso de la «pantalla grande», como sinónimo de sala de cine, ya pertenece al pasado— dos interesantes producciones italianas realizadas por cineastas napolitanos que tienen a la ciudad de Nápoles como un protagonista necesario de la historia: la excelente È stata la mano di Dio, de Paolo Sorrentino; y la película que ahora comentamos, un film con unas extraordinarias y numerosas localizaciones en esa (muy) singular ciudad del sur de Italia, que está realizado por un cineasta, Mario Martone, de larga trayectoria, aunque es prácticamente un desconocido entre nosotros.

La película cuenta una historia de retorno —tal como alude su título—, un hombre que regresa, cuarenta años después, a la ciudad en la que nació y que abandonó cuando apenas era un adolescente, y se estructura en tres bloques bien diferenciados y bien ensamblados en el conjunto del relato. El primero, con el reencuentro con su anciana madre, realizado con sensibilidad y emoción; el segundo, en torno a la lucha de un sacerdote por salvar a los jóvenes de las garras de las bandas —la Camorra napolitana como telón de fondo— que dominan los barrios de la ciudad; y el tercero con la relación con su antiguo amigo del alma de la juventud, ahora convertido en uno de los capos del delito en la ciudad.

La película sitúa a la segunda trama en un lugar preferente y eso proporciona al relato cierto aire ejemplar, que no dudo que responda a esforzadas realidades sobre el terreno —la ciudad de Nápoles y otros entornos del primer mundo—, pero que a mí me interesa menos, puede porque me evoque algunas viejas producciones norteamericanas protagonizadas por combativos sacerdotes, pero también porque está introducida forzando un poco la historia. Puedo aceptar el recurso del fallecimiento de la madre, pero me cuesta un poco más creerme la «falsa» confesión, una escena que, además, constituye el auténtico punto de giro del film.

La trama que prefiero es la tercera, la de los viejos amigos —estupendamente interpretados por Pierfrancesco Favino y Tommaso Ragno— distanciados y enfrentados por un suceso del pasado y por un presente que los sitúa en bandos irreconciliables. En ella encuentro los mejores momentos del film —sensacional la escena del reencuentro— y me gustaría que la balanza de la atención se hubiera inclinado en su favor.

Pero no es esa la mirada que, con todo derecho, pretende el cineasta y que puede que muchos espectadores compartan. En esto del cine siempre queda un margen para el componente subjetivo. Lo que estoy seguro que todos compartiremos es que se trata de una interesante película que está contada desde las propias tripas de la ciudad de Nápoles —geniales esos continuados planos de gente que te observa desde los balcones o las esquinas— y que utiliza un recurso para introducir los momentos del pasado, unas escenas que en su formato y en sus tonos de color evocan el súper 8 mm., tan novedoso como efectivo.

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