Cartelera Turia

(2) Pan de limón con semillas de amapola, de Benito Zambrano Un postre algo edulcorado.

Pan de limón con semillas de amapola, de Benito Zambrano
Un postre algo edulcorado.

Benito Zambrano vuelve a la gran pantalla tras el éxito de Intemperie. Dos años y una pandemia después, los cines reciben con los brazos abiertos esta nueva aventura narrada por el director sevillano. Una vez más, como ya paso en la nombrada Intemperie o en La voz dormida, Benito adapta una novela literaria al medio cinematográfico. Aspecto destacable y que habla maravillas del talento del director, que afronta una tarea más que complicada al hacer esto. El cine y la literatura son medios distintos que caminan a diferentes ritmos. Adaptarlos siempre es complejo y siempre genera una inevitable comparativa. ¿Qué es mejor, la novela de Cristina Campos o la película de Benito Zambrano? La pregunta es inevitable, aunque la respuesta no exista. No hay mejor os peor, simplemente coexisten y se equilibran.

Pan de limón con semillas de amapola cuenta la historia de Anna (Eva Martín) y Marina (Elia Galera), dos hermanas separadas por los kilómetros y por una comunicación fría. Son distintas y, en cierto modo, se complementan. Anna viaja en un punto más clasista, de los llevar una vida de lujo y mirar por encima del hombro al resto. Marina, por su parte, ofrece su vida para dar. No busca nada a cambio, solo una sonrisa y el saber que está haciendo lo correcto. Con forme la trama avanza los personajes van saliendo de sus arquetipos y van recorriendo un arco de transformación que funciona debidamente. Las dos hermanas funcionan como contrapesos, la una a la otra se apoyaban y se igualan para ir avanzando en sus tramas y evoluciones.

Todo nace tras la herencia de una panadería en Mallorca. Los debates sobre si vender el inmueble, con sus recuerdos, aparecen cuando Marina se niega a firmar. A partir de aquí Benito comienza a escarbar en el pasado de las protagonistas y en cómo viven su presente. Por otra parte, los personajes secundarios tienen cierta fuerza por momentos, aunque son algo inestables. La hija de Anna cierra con cierta soltura un inicio preocupante. El resto se quedan más bien donde están, con una sensación de pocas capas que ayuden a profundizar en su historia.

La trama es algo previsible y, en realidad, llega a perder importancia. La búsqueda de la emoción aparece con las interpretaciones de Elia y Eva, el resto parece ocurrir al fondo, desenfocado. Para evitar esto, la fotografía se apoya en una narrativa algo naíf, cálida, buscando esas sensaciones de hogar. Lo que termina evocando una película de calidad más baja de la esperada. El filme brilla cuando se queda con las actrices, a las que les pesa un poco el resto de elementos.

Una buena película para ver en familia. Para escuchar historias sobre mujeres fuertes e independientes. Pero, si va al cine a verla, no compre palomitas dulces, ya hay suficiente dosis de azúcar durante el film.

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