Cartelera Turia

(3) TITANE, de Julia Ducournau. Romper los límites.

Decía el director Paco Plaza en una entrevista reciente que el terror es una de las formas más poéticas de contar lo que nos pasa como sociedad. Pienso en las películas de género que más me han marcado y siempre hay un trasfondo que va más allá de la simple literalidad de las historias que narran. Son temas, asuntos o conflictos cotidianos, pero que entrañan miedos mucho más oscuros que todo el horror explícito del mundo: las relaciones afectivas, el sexo, la identidad, la herencia, el azar, el destino, la soledad, la mirada sobre el propio cuerpo y el ajeno, el rechazo, el fracaso, las obsesiones, la vejez, el paso del tiempo, la pérdida de todo cuanto amamos, los fantasmas que hay en nuestras vidas…

La recién estrenada Titane (Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes), la última película de Julia Ducournau (Crudo) es toda una muestra de ese carácter excepcional del género fantástico y de terror del que hablaba Plaza. Cargada de referencias y guiños a otros cineastas -desde los más evidentes al cine de Cronenberg, Claire Denis, Carpenter, Tarantino o Gaspar Noé a otros quizá más implícitos- pero de un modo extraordinariamente personal, Ducournau explora con riesgo esas posibilidades poéticas del género. A través de una potente apuesta narrativa y visual (la presentación del personaje de Agathe Rousselle de adulto, bailando encima de un coche, ya es toda una declaración de intenciones) la cineasta francesa consigue ir mucho más allá de esa historia de asesinatos en serie y de la desaparición de un hijo que podemos ver en la superficie del relato. Como sucede en el cine de Tarantino, la enrevesada trama es lo de menos, lo importante son las relaciones entre los personajes y lo que hay debajo de ellas, lo que no se cuenta o no se puede explicar de modo explícito y a menudo no se puede comprender del todo. También lo que el cine tiene de singular respecto a otras artes: la parte estética, la capacidad de crear imágenes disfrutables y perdurables por sí mismas.

La historia de los personajes protagonistas, encarnados por Rousselle y Vincent Lindon (ambos están increíbles) podría ser la misma que la del personaje mitológico de Ulises: una historia de amor a través de la búsqueda y la pérdida de la identidad. Pero una de las grandes virtudes de la película es la capacidad de hablar de esos asuntos universales y atemporales en el contexto presente y así plantear un interesante diálogo -sin moralismos ni ideas cerradas, o sin conclusiones a secas- acerca del mundo de hoy. Mediante el cruce entre las historias de esos personajes principales y el uso del poder simbólico o las posibilidades metafóricas de los elementos narrativos y los espacios en que transcurre la película -las carreteras, los coches, los garajes, un aeropuerto, un bosque, una discoteca, el fuego, la sangre, las heridas, las cicatrices, los espejos- Ducournau habla y se cuestiona de manera sugestiva acerca del significado de la identidad y el amor, y con ello, de sus relaciones con el cuerpo, el sexo, el género, lo normativo, lo monstruoso, la herencia, la violencia o el dolor.

Decía Desirée de Fez en su libro Reina del grito que adoraba el cine de terror por mil razones: su libertad, su intensidad, su inclinación a lo inesperado. Más allá del debate sobre si Titane es o no una película de género (para mí lo es, pero esto es irrelevante y por supuesto, algo subjetivo), por esas razones Julia Ducournau es una de las cineastas actuales que más me interesan. Titane es una propuesta tan perturbadora como libre, arriesgada y lúcida, una fábula oscura y sorprendente sobre la necesidad de amar y ser amado, más allá de todo límite. Por esas razones salí del cine con la sensación de haber visto una película importante, de esas que recordaremos con el paso del tiempo.

(3) TITANE, de Julia Ducournau. Romper los límites.

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