LAURA PÉREZ: Juventud, divino tesoro. Eso dicen siempre los más mayores, esos a los que ahora llamamos, con cierta sorna, boomers. Y es que la juventud, quizá, ya dejó de ser una temprana y acotada etapa de nuestra existencia para convertirse en un estado mental, una manera de ver la vida o de intentar retenerla; o al menos eso quiero pensar para aliviar así un poco la ansiedad de estar abandonando esta etapa al estar más cerca de los 40 que de los 30. Hay que tener menos de 40 años para poder participar en Cinema Jove –por algún sitio había que cortar-, y yo a mi edad todavía tengo el privilegio de estar en el equipo de selección de cortometrajes de la sección oficial. Una ardua pero enriquecedora tarea de ver cientos y cientos de películas de menos de treinta minutos, muchas de ellas vistas meses atrás en festivales internacionales, pero otras tantas que podemos decir con orgullo que estrenamos a nivel internacional en esta 38ª edición.
Películas cortas pero intensas, tristes, emocionantes, conmovedoras, divertidas… historias de países como Portugal, China, Mongolia, Francia, Italia, Canadá, Grecia, y cómo no España, algunas de ellas localizadas en nuestra Comunitat. Relatos que nos cuentan una manera de ver el mundo y de enfrentarse a él desde el prisma de esa juventud que me gusta tildar de estado mental. Porque estos directores y directoras seleccionados – que casi la mitad vendrán a Valencia a presentar sus cortometrajes en el Rialto- abarcan edades entre los veinte y los cuarenta, y para nada el mundo y nuestras preocupaciones se asumen de igual manera entre esas dos décadas. Lo podemos confirmar en historias como la del corto Tits, del noruego Eivind Landsvik y estrenado en la sección oficial del pasado festival de Cannes, que habla de la amistad y el desengaño de aquellos últimos veranos de la adolescencia. También en verano se ambienta el corto La herida luminosa, del español Christian Avilés, quién participó en la Berlinale con esta fábula sobre el turismo arrollador de sol y playa que sufrimos cuando los británicos vienen a nuestras costas en busca de los ansiados rayos del sol. El estreno mundial de The Olympic Flame tendrá lugar en Cinema Jove y su director, Guil Sela, estará aquí para presentarlo. Se trata de un cuento de aire surrealista en el que una joven de diecisiete años se siente responsable de la parálisis que sufre el planeta y pretende solucionarlo con la reventa de entradas para los Juegos Olímpicos. Directo desde el festival de Locarno y de corte social es el cortometraje portugués Please make it work, donde su autor Daniel Soares nos demuestra que con sólo un plano secuencia se puede narrar a la perfección un conflicto, y sin apenas ver a nuestra protagonista.
Compuesta esta edición por cincuenta y siete obras, la sección competitiva de cortometrajes de Cinema Jove apuesta una vez más por la variedad de géneros y de técnicas. Hay espacio para la animación y todas las variaciones que este formato ofrece: desde la narrativa y la técnica más clásicas de Câline (Bélgica, Margot Reumont), la mezcla de ficción con stop motion de la divertida propuesta de This will not be a festival film (Polonia, Julia Orlik) al surrealismo sin tapujos de Headprickels (Polonia, Katarzyna Miechowicz), o la maravillosa fantasía paternofilial de Ice Merchants (Portugal, João Gonzalez), cortometraje nominado al Oscar y seleccionado en numerosos festivales.
También dejamos hueco para la no-ficción y para narrativas más experimentales y sugestivas que gustará especialmente a los espectadores ávidos de conocer otras formas de contar historias. Destacaría entre ellos Goodbye Words, de la finesa Laura Rantanen, que confiesa su amor a la literatura a través de la pregunta de a dónde van los libros cuando el lector ha fallecido. O la pureza y simplicidad con la que Siddhant Sarin muestra en su documental Mum el conflicto de una madre de dos hijos que tiene que lidiar con un padre habitualmente ausente.
Los directores valencianos Iñaki Antuñano y Pepe Ábalos nos recuerdan en Això també passarà que la pandemia formó parte de nuestras vidas y que no hace tanto de aquello; y Javier Polo se burla sin filtros de las pseudo terapias curativas a base de heces con su divertida propuesta Una terapia de mierda. El título habla por sí solo, pero para los más curiosos, el equipo de la película estará en el estreno en el Rialto para presentarlo y despejar todas las dudas.
El paso a la edad adulta, los conflictos de la adolescencia, el amor y el desamor, el deseo de pertenencia a un grupo, la violencia y las relaciones familiares, son los temas estrella de muchos de estos cortometrajes que se repartirán en un total de diez programas durante la semana que dura el festival en nuestra ciudad. Un festival que inaugura cada año el verano, y celebra el fin de las clases y los primeros días de un merecido descanso. Quizá no es tan difícil ser joven y solamente es una etapa particular de la vida con sus buenos y malos momentos, pero desde luego empezar las vacaciones con unas dosis de buen cine -en cualquier formato- hace que la juventud sea mucho más amena.