JAVIER BERGANZA: Basada en la novela homónima de Paco Roca, Álex Montoya nos trae un largometraje de los que se quedan clavados en la retina. Una historia “sencilla” (con todos sus matices) que explota de manera individual y única en el público, apoyándose en la realidad de cualquier persona que decida acercarse a la sala. Ya lo decía David Verdaguer: “No todos somos padre o madres, pero todos somos hijos.” Solo con eso ya sirve para emocionarte y disfrutar un obra magnífica, cuidada y especial. Otra más de Álex Montoya, que empieza a colocarse como el director valenciano más importante del momento.
La muerte de la figura paterna de la familia obliga a tomar una decisión a los tres hermanos, vender o no la casa familiar. Un elemento básico, pero completamente funcional. Un espacio repleto de recuerdos que van creciendo con forme el largometraje avanza. Álex no solo se apoya en un elenco fantástico (David Verdaguer, Lorena López, Luis Callejo, Óscar de la Fuente…) si no que también decide arriesgar con el formato y anclarse en flashbacks simulando usar una cámara de Super8. Todo con muchísimo estilo, con una firma muy pulcra que hace que todo brille. Que cada momento de viaje al pasado, sea emocionante y bello.
La película es coral, aunque el peso mayoritario recae sobre el personaje de José (David Verdaguer) un escritor en un momento de bloqueo creativo, que tiene que gestionar su ansiedad, sus ganas de ser padre y un duelo aún por superar, acompañado de unos hermanos con rencillas que bloquean y no dejan avanzar.
Fotográficamente preciosa. Jugando con el espacio, con atardeceres y amaneceres que apagan, o encienden, la vida en la casa. Consiguiendo que la luz, poco a poco, vaya entrando en la vida de los personajes. Primero de una forma literal, abriendo ventanas y puertas para que la oscuridad de la casa se marche. Pero, poco a poco, de forma más figurada, haciendo que esos personajes encerrados en su silencio, vayan abriendo sus puertas y ventanas, vayan dejando escapar esos traumas personales y vayan tratando de recuperar esa familia que, siempre, es fundamental.
La obra es maravillosa y yo, desde lo personal, no puedo hacer otra cosa que recomendarle que se acerque a las salas y disfrute de ella. Una obra que nos hace recuperar la fe en el cine valenciano, en el arte valenciano en general. Dejen sus teléfonos en casa, junto con sus facturas y sus fracturas. Traten de olvidar la ansiedad de un trabajo o de una vida demasiado duras. Al menos, durante una hora y veinte. Acérquense a ver La casa y emociónense con una obra distinta, que consigue tocarnos a todos y todas.