Cartelera Turia

(4) Mass, de Fran Kranz: Massterclass de cine

 JAVIER BERGANZA:Hacía tiempo que no lloraba en un cine. Mucho. Seguramente desde que vi “Stop-Zemlia” de la ucraniana Kateryna Gornostai, película que pueden encontrar en Filmin. Esto, en realidad, es lo de menos. Hay muchas películas que he disfrutado (y disfruto) y no me hacen llorar. No la convierte en mejor o en peor, simplemente es un hecho, algo que ocurrió. Lloré viendo Mass, y no creo que fuese el único de la sala que lo hizo. Además, de manera sincronizada, lloramos todos y todas juntas, al mismo tiempo que lo hacían sus actores y actrices. Porque Mass es una película que emociona y que narra unas vidas que están rotas.

Una habitación en la parte trasera de una iglesia episcopal. Una mesa redonda en medio y cuatro sillas. Colores planos, poca decoración. Alguna cruz que deje la presencia de Dios en todas partes y algún dibujo en las ventanas. El resto recuerda a una habitación de Ikea, de esas que no tiene vida. Los cuatro protagonistas aparecen, por parejas. Dos matrimonios se reúnen en esta habitación. Caminan como si el suelo fuera de cristal, pendientes de que no se rompa, llevando en sus manos algo muy frágil. Están débiles, incómodos. Las preguntas llegan rápidamente a la mente del espectador, y Fran Kranz (director) se toma la calma justa y necesaria para contestarlas. Dotes de gran narrador, de escritor que mantiene el pulso y respeta el ritmo. No hay que anticiparse, todo irá saliendo por su propio peso.

Comienza la conversación y el duelo entre estos dos matrimonios es casi antológico. Una ruptura de hielo inicial que ya marca la situación y coloca todo en su sitio. A partir de aquí arrancan con tranquilidad e intentan avanzar hasta llegar al núcleo. Richard (Reed Birney) y Linda (Ann Dowd), van con pies de plomo, sabiendo y entendiendo su posición, evitando ponerse a la defensiva pero sin dejar traspasar ciertos límites. Por su parte, Jay (Jason Isaacs) y Gail (Martha Plimpton) juegan también en un hilo muy fino, tratando de averiguarlo todo sin ofender, sin atacar, sin convertirlo un interrogatorio, tal y como les ha dicho su psicólogo, tal y como han firmado en los documentos previos a esta reunión. Jay y Gail son los padres de Evan, un joven que murió asesinado en un tiroteo en un instituto. Richard y Linda, por su parte, son los padres del niño que efectuó la masacre.

Todo el filme transcurre aquí, tratando de averiguar los motivos para cerrar la herida, tratando de entender el porqué, de dar un motivo a la culpa y a la rabia, saber los detalles, ahondar aún más en todo. Todo en una habitación, sin salir, porque no hace falta. Porque los actores y actrices lo cuentan todo. Porque las interpretaciones son espectaculares, de lo mejor que he visto en mucho, mucho tiempo. Defendiendo con absoluta naturalidad posiciones complejas. Saber que tu hijo ha cometido un crimen atroz y aún así seguir queriéndole. Tratar de averiguar si pudiste haberlo parado. Culparte por no darte cuenta. Querer que tu hijo vuelva, aún sabiendo que es imposible. Querer dañar al otro, aún sabiendo que eso no soluciona nada.

Fran Kranz lo lleva todo con elegancia, moviendo la cámara lo justo para que el plano fijo no sea demasiado estático. Haciendo un ejercicio de montaje maravilloso, demostrando su entendimiento de la narrativa, conociendo cada gesto, cada detalle, y dándole la fuerza necesaria para el corte. Para salir y entrar, para cambiar el peso de la báscula y redirigirlo todo hacia dónde él quiere. Es simple, tienen que ver Mass. Una película sencilla y poderosa. Una obra maravillosa. Tienen que ir al cine y verla, sin olvidarse de los kleenex, les harán falta.

 

 

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