Cartelera Turia

(5) CERRAR LOS OJOS, de Víctor Erice. El rey triste

JAVIER BERGANZA: Treinta y un años después de El sol del membrillo, el maestro Víctor Erice vuelve a estrenar un largometraje. La espera ha sido casi eterna, pero ha merecido la pena. Cerrar los ojos es, seguramente, su obra culmen, quizá la última. Ojalá equivocarme. Los matices, desde luego, resuenan a cierre, a película final. A dejar una huella imborrable en la memorabilia de los espectadores y espectadoras, de los próximos autores y autoras. Un legado único y especial, pese a solo contar con cuatro largometrajes. Víctor Erice es uno de los directores más importantes de la historia de España y en Cerrar los ojos vuelve a demostrarlo.

Todo arranca con un falso comienzo. Lo que parece un thriller policiaco a la antigua, termina por ser el rodaje de una película cuya premisa liga a la perfección con la de Cerrar los ojos. El personaje de José Coronado tiene que encontrar a una niña perdida en Shangai. Después descubrimos que el que ha desaparecido es él, esfumado de un día para otro en mitad del rodaje. Años más tarde, Miguel Garay (Manolo Solo), director de la película, trata de encontrarlo. Una especie de matrioshka dónde, una vez más, queda clara la influencia y la importancia del medio en la obra de Víctor Erice.

Además de ese influjo del cine dentro del cine de Erice, observamos una obra que, como decía, huele a cierre. Vemos a un protagonista (Manolo Solo) que interpreta a un director por terminarse, con problemas en su trayectoria que le han dejado en el linde cuando su sitio, seguramente, fuese otro. Un amor imposible que se pierde a la misma velocidad que se vive. Y la lucha entre recuerdo y olvido, dónde lo que dejamos atrás, nuestra obra, sirve como canalizador y catalizador de los por qués de una vida. Da igual lo que digan, lo que importa es lo que haces. El recuerdo que dejas, y la impronta imborrable.

José Coronado está maravilloso. Un papel digno de premio. Y a su altura Manolo Solo, que lleva el ritmo como nadie. Que entiende cuándo tiene que coger y cuándo tiene que soltar. Que nos deja una secuencia imborrable con referencias a Rio Bravo. Y Ana Torrent vuelve a quedársenos corta. Como casi siempre, queremos verla más.

La fotografía viaja, cambia. Los tonos fríos dirigen la mayoría del tempo, por momentos hay calidez, sobre todo en esa relación entre Miguel Garay y Max. Algo de contraste y subexposición, muy reconocibles en la obra de Erice, que toma a Caravaggio como una referencia inseparable. En otro deja que sea el Sol el que brille, el que de calor. Cierra pocos planos, pero cuando lo hace es para narrar con los ojos, cuando nada más puede hacerlo.

Ojalá me equivoque, pero el Rey del tablero, triste, parece enfrentarse a sus últimas jugadas. Para siempre quedará su cine, legado imposible de valorar. Gracias Víctor, por Cerrar los ojos y por conseguir que los espectadores los abran de una forma que nadie más ha conseguido.

(5) CERRAR LOS OJOS, de Víctor Erice. El rey triste

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