PAU VERGARA: “Dios manda en el cielo y Trujillo en República Dominicana”. Trujillo.
“La taza de café o el trago de ron debían saber mejor, el humo del tabaco, el baño de mar un día caluroso, la película de los sábados o el Merengue de la radio, debían dejar en el cuerpo y el espíritu una sensación más grata, cuando se disponía de eso que Trujillo les arrebató a los dominicanos hacía ya treinta y un años: el libre albedrío”. La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa.
Detrás de la calma de las playas, bajo los cocotales y los batey. Bajo el silencio de los campos de caña de azúcar, su rico ron y finos puros, República Dominicana esconde una historia terrible. Caminando por el malecón de Santo Domingo se llega hasta un gran obelisco. Recuerda al de Washington DC o Buenos Aires, un poco más modesto de altura, pero realmente imponente. En 1937 Rafael Leonidas Trujillo, el “caudillo” y “benefactor” del país inauguraba este monumento para conmemorar el cambio de nombre de Santo Domingo a Ciudad Trujillo. La mítica Santo Domingo fundada por los españoles pasaba a llevar el nombre de uno de los dictadores más sanguinarios de Latinoamérica. El “benefactor” asesinó a más de 55.000 personas e impuso un régimen de terror, corrupción y persecución de cualquier disidencia política en este pequeño país caribeño. Por supuesto Trujillo era “un hijo de puta, pero era nuestro hijo de puta”, según la filosofía de Henry Kissinger en referencia a Anastasio Somoza, el otro vil dictador de Centroamérica. Bajo el amparo de Estados Unidos Trujillo tuvo carta blanca para hacer todo tipo de tropelías.
Obelisco en honor a las hermanas Mirabal.
Eugenesis racial
Su obsesión, racismo y xenofobia le llevó en 1937 a enviar el ejército a la frontera haitiana y exterminar a golpe de machete a más de 20.000 haitianos-hombres, mujeres y niños- que vivían en República Dominicana. Es la llamada Masacre de Perejil, uno de los mayores asesinatos étnicos del s.XX. Las casas y pertenencias de los haitianos pasaron a manos a de los militares. No dejó supervivientes. Los muertos fueron echados al mar para que fueran devorados por los tiburones.
Trujillo estaba obsesionado con el “blanqueamiento de la raza”. Su abuela materna era de origen haitiano, pero él se ufanaba de su ascendencia española por parte de su abuelo paterno. La eugenesia racial, la idea de sustituir a los negros, fue el auténtico motivo para matar, perseguir y deportar masivamente a los haitianos. La ausencia de toda esa gran mano de obra que cultivada las tierras en las provincias limítrofes con Haití, llevó al gobierno de la dictadura a traer mano de obra europea “blanca”. “Así es como Trujillo empezó el proceso de eugenesia en República Dominicana, incentivando la migración de europeos –blancos y agricultores– ofreciendo una suma de dinero y tierras para su asentamiento en la isla. Esa política de “[…] puertas abiertas a un grupo específico de la población europea le hizo quedar bien ante organismos internacionales que previamente lo habían excluido por el genocidio haitiano. Incluso fue reconocido con el título de Honoris Causa por la Universidad de Pittsburgh en 1942”, cuenta Cecilia Yolitzma Valdés Esquivel, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Autonóma de México en su estudio: Racismo y eugenesia en el s.XX. La matanza de Perejil y migración europea en la dictadura de Trujillo.
El presidente de República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo
Estados Unidos alimentó a un monstruo que le fue de utilidad durante más de 30 años como tapón de los movimientos revolucionarios y emancipadores de latinoamericanos hasta que se convirtió en una figura incómoda e incontrolable. Por aquel entonces, Trujillo ya era multimillonario, toda la economía de la isla pasaba por sus manos o la de su familia. Se le estimó una fortuna de más de 800 millones de dólares, lo que le situó entre las 5 personas más ricas del mundo.
El Dr. Joaquín Balaguer con el cuadro de Trujillo al fondo.
Según algunos informes desclasificados, la CIA y elementos internos ayudaron a su eliminación en 1961. Ahí comenzó la ascensión del Dr. Joaquín Balaguer, uno de los miembros más astutos de la camarilla de Trujillo, un tecnócrata muy de derechas elevado-de nuevo por Estados Unidos- y las familias que regían los designios económicos de la isla, junto a los militares, a nuevo presidente y verdadero factótum que movió los destinos políticos de República Dominicana en los periodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996. Hasta ciego y anciano fue capaz de apuntar a su sustituto, el que sería el primer presidente que trajo la modernidad y la estabilidad democrática al país: Leonel Fernández, del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), al que, por cierto tuve el honor de saludar recientemente cuando vino a hacer campaña electoral a Valencia con su nuevo partido, la Fuerza del Pueblo.
Encuentro en Valencia con el candidato a la presidencia, Leonel Fernández.
“Reset del trujillismo”
La memoria de Trujillo fue barrida de la isla. A los pocos meses de la muerte del dictador, Balaguer cambio de nombre varias calles, plazas y ensanches de Santo Domingo. La Avenida José Trujillo Valdez pasó a llamarse la avenida Duarte, Avenida Héctor Bienvenido Trujillo a avenida Bráulio Álvarez, Calle Progreso Trujillo a calle Manzana de Oro, ensanche Radhamés (hijo Trujillo) a Ensanche La Fe. No quedó una estatua, homenaje, placa o callejero en República Dominicana en su honor. Ciudad Trujillo volvió a llamarse Santo Domingo. Hicieron un reset total a más de 40 años de dictadura y sin ley de Memoria Histórica. En realidad, fue una gran lavada de cara colectiva.
En 1965 Estados Unidos invadiría República Dominicana con 40.000 marines tras las primeras elecciones verdaderamente democráticas que alzaron a Juan Bosch, el primer presidente de centro izquierda de la isla-además de gran escritor y ensayista- que comenzó a hacer cambios de calado, algo que inquietó a los latifundistas, a los militares y a la iglesia católica que terminaron por dar un golpe de Estado. La isla no volvería a tener elecciones democráticas plenas hasta 1996.
El presidente Juan Bosch.
El obelisco y las hermanas Mirabal
Hoy el gran obelisco está cubierto por los murales de las hermanas Mirabal-Patria, Minerva y Maria Teresa– también conocidas como las mariposas, impulsoras del Movimiento Revolucionario 14 de junio que pretendía derrocar la dictadura. Las tres mujeres fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por el régimen de Trujillo. El asesinato de estas tres mujeres, marcó el comienzo del fin de la era trujillista. Su asesinato causó un gran impacto en República Dominicana y a nivel internacional. Las tres hermanas Mirabal son hoy héroes nacionales de la República Dominicana y dan nombre (Hermanas Mirabal) a la provincia que las vio nacer. En 1981 el movimiento feminista latinoamericano aprobó en la ONU declarar el 25 de noviembre, día en que fueron asesinadas, como Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Su casa es un mausoleo donde descansan sus restos.
Escultura en honor a las hermanas Mirabal en su casa-museo.
Patricia, Minerva y Maria Teresa, “las mariposas”. Líderes del movimiento 14 de junio.
El “trujillismo”
Como digo, casi nadie en República Dominicana, recuerda a Trujillo. No hay nostálgicos, ni partidos políticos que defiendan aquellos terribles años. De hecho los restos del dictador fueron sacados en 1970 de República Dominicana y trasladados al cementerio de El Pardo, España. A nosotros solo nos costó 50 años más sacar a Franco del Valle de los Caídos y hacer una transición donde buena parte de la estructuras del régimen quedaron intactas.
El “trujillismo” dejó algunas ideas que hoy perviven en la sociedad dominicana. La idea del “blanqueamiento de la raza” o el racismo congénito contra los haitianos siguen estando presentes.
Pero por encima de todo, en República Dominicana tienen una contradicción con la “herencia africana”, con su historia y con sus orígenes. La mayoría de dominicanos piensa que son descendientes de los españoles. Y en cierta forma, lo son-también de los indios taínos-. Solo que se olvidan que ese mestizaje se hizo con los esclavos africanos deportados por los españoles para cultivar los campos de azúcar de la isla. La herencia africana, totalmente asumida y teorizada, en Cuba y en otras islas caribeñas, en República Dominicana sigue siendo un anatema. Trujillo tuvo un papel fundamental para borrar todas esas huellas que hoy perviven en algunas celebraciones ligadas al sincretismo religioso (santería).
Próximo artículo.
La semana que viene abordaré la importancia de los exiliados republicanos que llegaron a República Dominicana y cómo trataron de ser usados como la mano de obra “blanca” que buscaba Trujillo en su estrategia de sustitución racial. Sin duda, un país lleno de historias y sorpresas que contar.