VERÓNICA PUIG: El otro día, que era mi cumpleaños, vinieron mis padres y mi hermana pequeña a comer a casa. Cociné yo. Creo que quedó todo muy bien, aunque la tarta me salió un poco torcida. Tomando ya café, salió en la conversación la que se presume próxima apertura de À Punt, la nueva televisión autonómica. Aunque asistí perpleja al cierre abrupto de Canal 9 (tenía 20 años), le pedí a mis padres que me pusieran al día de todos los antecedentes de la que fue la Radio Televisión Valenciana, desde su apertura en el año 1989. Todo esto viene a cuento porque no paro de leer y escuchar ataques, políticos y mediáticos, contra À Punt a medida que se aproxima la fecha de las emisiones televisivas, anunciadas para la primavera, y el inicio de informativos en la radio autonómica.
De todo lo leído y escuchado he llegado a varias conclusiones. La primera es que existe un interés claramente político para que la nueva etapa no se ponga en marcha. Esta postura la lidera descaradamente el Partido Popular de Isabel Bonig (por cierto, me la encontré el otro día en los cines Lys entrando a la proyección de El instante más oscuro, exaltación nacionalista británica en torno a la figura de Churchill, mientras yo fui a ver 120 pulsaciones por minuto. Me interesaba conocer la problemática en torno al SIDA durante los años noventa), que se ha escondido bajo las piedras durante la celebración de uno de los tantos juicios de la Gürtel, ahora en la Audiencia Nacional. El PP quiere que la Generalitat surgida de las urnas en mayo de 2015 sea totalmente invisible. Pero, sobre todo, que no aparezcan otras piezas de la Gürtel u otros casos de corrupción, como el caso Taula, Cooperación, Fórmula 1, etc. Tampoco Ciudadanos está por la labor, más desde que en el grupo parlamentario autonómico se partió por la mitad, con la expulsión de Alexis Marí y tres diputados más al grupo mixto. Ahora es Toni Subiela –que fue paracaidista antes que diputado- el encargado de dar leña al mono, o sea, a À Punt. Y luego está todo el aparato de medios de comunicación cuyas empresas tienen intereses en el sector radioeléctrico. Periódicos que tienen en propiedad “tedetés” cutres o emisoras de radio que no valen un pimiento, sea dicho con el respeto que me merecen los profesionales que trabajan en dichos medios. La frase que repiten todos, de forma interesada, es esa tan demagógica de “que existen otras prioridades sociales antes que invertir unos 50 millones de euros anuales en À Punt y que no es necesaria una televisión autonómica”. “Murcia, Madrid, Aragón, Extremadura, Asturias, etc., la tienen. A la Comunidad Valenciana, con lengua y cultura propias, que le den”, me decía el otro día un taxista (llegaba tarde a un examen) que llevaba en el espejo retrovisor una enorme bandera valenciana coronada.
Hoy me he puesto muy seria. Es que no me salió bien el examen.
Verónica Puig