En una memorable secuencia de Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu, la hija menor del matrimonio de ancianos, ante el egoísmo que ve en el comportamiento de sus hermanos tras el fallecimiento de su madre, le dice al personaje de Noriko (una magnífica Setsuko Hara): “La vida es decepcionante”. Ésta, sin perder la sonrisa, le responde asintiendo: “Sí, con frecuencia”.
Tanto por su trasfondo como por su sencillez y sensibilidad en la narración de asuntos complicados y profundos inherentes a la existencia humana, como la vejez, el paso del tiempo, el alejamiento entre padres e hijos, la capacidad y necesidad de amor en cualquier edad de la vida, la soledad o la muerte, El agente topo, la última película de la cineasta Maite Alberdi, presentada en la pasada edición del Festival de San Sebastián y que ahora sigue en cartelera en los cines, puede recordar a esa extraordinaria secuencia de la película de Ozu (o a toda ella).
El agente topo cuenta la historia de Sergio, un octogenario viudo y jubilado que acepta el encargo de un detective privado: infiltrarse en una residencia de ancianos con el propósito de investigar si la madre de la clienta del detective recibe allí malos tratos. A partir de este argumento, desde la mirada singular de este agente topo, la cámara de Alberdi se adentra en la vida cotidiana de las ancianas residentes en el lugar, en sus espacios de luz y en sus espacios sombríos.
Su divertido y genial arranque, con este agente topo protagonista haciéndose un lío para utilizar los gadgets que le han prestado para realizar su investigación (un teléfono móvil de nueva tecnología), ya de una pista de uno de los aspectos que hacen de esta película una película extraordinaria: su inteligente aproximación al cine negro. Partiendo de los mecanismos y esquemas del género y de la sagaz mezcla con otros, también a través de la parodia de las películas de espías, Alberdi reformula el clásico carácter social del mismo. Mediante un dispositivo narrativo ambiguo, a caballo entre el documental y la ficción, o siendo ambas cosas a la vez de manera transgresiva, la directora filma una lúcida reflexión acerca de la vida en la vejez, sin juicios simplistas (o sin juicios a secas) refleja la ambigüedad moral de nuestra sociedad contemporánea con respecto a esta cuestión, el modo como nos relacionamos con nuestros mayores, con su soledad, su muerte y su necesidad de amar y ser amados. De este modo, la película consigue lo que el crítico de cine Quim Casas decía en su crítica para El Periódico: “Nos creemos cosas que no son ciertas y dudamos de otros aspectos que sí lo son”.
El agente topo es una película conmovedora, pero sin dejarse llevar por la sensiblería recurrente en ciertas ficciones acerca de estos temas, sin dejar de ser inteligente en su narración. A través de la premisa de la investigación detectivesca, Maite Alberdi filma y explora con ingenio, imaginación, naturalidad y delicadeza las posibles caras de la última etapa de la vida, sus tristezas y sus posibles alegrías, o más bien, los momentos y deseos de felicidad que puede haber en ésta. Con la cercanía y distancia adecuadas, sin caer en la condescendencia ni en el moralismo fácil, narra cómo la vejez puede vivirse dentro de un lugar que posiblemente desearíamos ignorar o evitar toda la vida. La película consigue una de las virtudes a mi parecer más complicadas de lograr en una ficción: narrar con sobriedad y sentido del humor asuntos dolorosos y complejos.