Pretencioso, desmedido y de una falsa grandilocuencia artística es lo que me ha transmitido Annette de Leos Carax. Comienzo sin más rodeos la valoración de esta película que ya venía con mucha división de opiniones y polémica entre la crítica especializada de Cannes. Inauguró la sección oficial a concurso y dejó elogiosos comentarios en la crítica francesa-que siempre barre para casa-como indignación en otros críticos. Cuando un director como Leos Carax se pone trascendente hay que agarrarse a la butaca. Annete es una película pomposa e irregular. Más cercana a un caro y pretencioso ladrillo de Porcelanosa para colocar en un cuarto de baño de lujo que a un musical original y disruptivo.
El cine musical francés nos ha dejado a lo largo de las últimas décadas maravillosas películas y obras maestras: On connait la Chanson (1998), de Alain Resnais, la sencilla Jeanne et le garçon formidable, de Olivier Ducastel (1998) sobre el tema del VIH con una sublime Virginie Ledoyen, 8 femmes de François Ozon , la original opereta Pas sur la bouche(2003), de Alain Resnais y por supuesto el estallido en los 60 como Las señoritas de Rocheford(1967), de Jacques Demy, Los paraguas de Cherburgo (1964), de Jacques Demy (ganadora de Cannes en 1964) y sin olvidar el clasicismo de Damien Chazelle en La La land, con dos sublimes Ryan Gostling y Emma Stone.
Amo el musical francés, pero el musical necesita emocionar. La emoción es el pegamento fílmico. Si un musical no es capaz de arroparte, de hacerte vibrar y transmitirte amor, pena, compasión, risa o llanto no es un buen musical. No vale todo. Annette me cargó, especialmente a partir de la aparición del muñeco (la hija recién nacida de Adam Driver y Marion Cotillard), que es como la novia de Chuky, pero sin gracia. Ni realismo mágico, ni justificación que lo valga. Hasta las decisiones más atrevidas necesitan una verosimilitud dentro del propio relato. No me sentí apelado por su metalenguaje y me molestó que los personajes me contaran lo que pasa en cada momento. Pensé en Adam Driver, grandísimo actor que deambula desconcertado e incómodo en su papel de cómico autodestructivo agarrado a su “baby Annette” y una discreta Marion Cotillard que luce en las secuencias precisamente más sencillas y sin postureo creativo.
Mientras veía la película me acordé Dancer in Dark, de Lars Von Trier ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 2000. Un musical austero, directo, potente que surge de las maravillosas cuerdas vocales del raro personaje que interpreta Bjork. Un musical novedoso, original y onírico que te cuenta una terrible historia de una trabajadora discapacitada que sueña cantando.
Leos Carax lo ha intentado y se ha estrellado. Annette no es una obra maestra, ni mucho menos, pero tampoco es una incógnita. Es un melting pot agitado de temas (explotación infantil, maltrato, la fama o la exposición de los medios) en un envoltorio de papel cuché cuya parte final (secuencia del estadio) roza lo grotesco. Un ladrillo musical de dos horas y media imposible de digerir sin mirar el reloj. Reconozco que hacía mucho tiempo ( y ya son 20 años haciendo crítica) que no una película no me sacaba de mis casillas. Annette es una película que vas a amar u odiar. Es difícil encontrarle el término medio. La noticia positiva es que el cine Lys estaba lleno. La gente vuelve a las salas y eso siempre será una celebración.