Cartelera Turia

ANTES DEL AMANECER: LA PALABRA MALDITA

Domingo de puente. Casi nadie ve amanecer desde la ventana cotidiana. Una diáspora alocada ha vaciado las ciudades de sus habitantes y los ha cambiado por otros.

Un “baile de la silla” improvisado ha llenado carreteras y estaciones de tren. El viernes por la tarde sonó una música inaudible y comenzamos a girar hasta que se detuvo. Cada persona se situó en una “silla” diferente a la de partida y bajó la persiana de un mirador ajeno.

Repaso, desde la habitación del hotel, las imágenes de la película La palabra maldita.

Siento la secuencia de mi dolor a lo largo de los tres años de rodaje. Veo mi mirada asomada a un mundo que sigue en movimiento a su propio ritmo.

Mi ritmo se rompió una noche de julio en la que todas las partes de la realidad se hicieron irreales. Desde entonces mi tiempo ha dejado de ser el tiempo que mide el reloj y el calendario.

Soy lo que la OMS denomina una superviviente. Una madre sin hija que se quedó con el alma y las manos vacías. Con la vida vacía de vida cuando su hija se suicidó.

La reconstrucción fue difícil, pero fue posible. Pasar de ser víctima a ser superviviente es duro, pero me permitió hacer algo con lo que la vida hizo conmigo.

Somos miríada.

Somos demasiadas madres desgarradas ante el suicidio de sus hijos. Invisibles por un tabú que niega nuestro dolor. Quedamos solas y estigmatizadas. Solas en medio de la nada en la que se ha convertido nuestro mundo.

Cada suicidio deja en torno a ocho personas directamente vinculadas a la que se suicida. Ocho personas errantes en busca del cielo y el suelo que perdieron con su ser querido.

Ayuda sentirse parte de una red que te acoge y protege. Que te quiere sin juicios ni temores.

Ayuda la asistencia profesional de salud mental. Las asociaciones de apoyo mutuo. Escribir, expresar, poder contarte lo que ha pasado.

Ayuda no sentirte señalada, porque el suicidio no es un fenómeno individual ni familiar. El suicidio es un problema social.

La palabra maldita duele y cura mi dolor porque habla de él. Porque le dice al mundo lo que el mundo calla: El suicidio existe y se lleva once personas cada día en España… La noche de aquel día terrible se llevó a mi hija.

Hoy, cuando hablamos de la conmoción que el documental nos provoca, estamos recorriendo el primer tramo de la prevención del suicidio. Estamos hablando de él con rigor. Adecuadamente.

El suicidio se puede prevenir. El Plan de Salud Mental valenciano y la Ley de Salud Mental estatal, recientemente aprobados, focalizan la prevención de suicidios en sus objetivos. Hoy la esperanza es posible.

Bebo el último sorbo de café y recojo mis cosas para salir a la vida en esta ciudad extraña y coqueta a la que el “baile de las sillas” me ha traído.

Respiro el otoño frío y luminoso.

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