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ANTES DEL AMANECER:LA OTRA PANDEMIA

DOLORS LÓPEZ: Esta semana de nuevo será 10 de septiembre. Es la fecha marcada desde el año 2003 en el calendario. Nos recuerda  el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.Cada año más de 800.000 personas se suicidan en el mundo. La cifra retuerce el corazón hasta detener sus latidos. Los números se parecen demasiado a las muertes  originadas por el terrible virus que nos ha cambiado la vida. Sin embargo, los medios de comunicación no nos avisan cada jornada de la evolución de esta otra pandemia que asola a la humanidad.

La pregunta brota espontáneamente. ¿Por qué no hemos podido detener el ascenso  de esta curva macabra desde mediados del siglo pasado?

No hay una razón única, como advierte la OMS, pero sí hay una causa fundamental que dificulta la prevención: el tabú que envuelve al suicidio.

Visibilizar este gravísimo problema de salud es imprescindible para resolverlo, para hacer descender la tasa de suicidios.  Porque no se puede prevenir lo que no es nombrado, lo que no se conoce.

Los distintos medios de comunicación, incluidas las redes sociales, han de implicarse en informar a la sociedad  de un problema que es social. Con rigor, sin “amarillismo”. Describiendo estrategias de prevención e intervención, líneas de ayuda y lugares de apoyo.

La OMS propone:

La puesta en marcha de planes nacionales integrales para la prevención del suicidio. En España, este plan debería coordinar los distintos planes autonómicos, y contemplar una estrategia de acción en las redes sociales para la detección de personas jóvenes en riesgo. Acompañados, todos, de una dotación económica para desarrollarlos.

Potenciar  las redes de salud mental, porque ya sabemos por las estadísticas, que las enfermedades mentales están presentes en  la mayoría de las muertes por suicidio. Difícilmente un suicidio está motivado por un solo factor, pero  encontramos el trastorno mental en la generalidad de estos casos.

Formar a los profesionales de la sanidad, del profesorado, de las fuerzas de seguridad, de la red asistencial de servicios sociales, etc., nos permite dotarle de estrategias para la detección y la intervención en caso necesario.

Sensibilizar a  los representantes sociales y políticos de la magnitud de este fenómeno social, para conseguir su compromiso en la prevención y erradicación del suicidio. Es un problema público y social, por eso debe abordarse desde toda la comunidad.

La puesta en marcha de planes de prevención en diferentes lugares del mundo siempre ha tenido como resultado la disminución de las cifras de muertes y de tentativas suicidas. Este hecho esperanzador debería ser el acicate para embarcarnos, toda la sociedad, en este viaje.

Atender las señales que nos lanzan las personas con las que estamos vinculadas, puede ser decisivo para ellas en momentos de desesperanza. Nuestro entorno debe transformarse en nuestra red de sostén y acogida. Esto nos interpela personalmente.

El riesgo de suicidio se incrementa con la edad, sobre todo la vejez. La soledad de nuestros mayores es un importante factor de riesgo. Para el virus de la soledad tenemos vacuna. Se llama acogida y compañía.

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