Cartelera Turia

SUSCRIPCIÓN

BITÁCORA DE VUELO/1

DOLORS LÓPEZ: Ya es oficial. Estoy de vacaciones.

Sin exclamaciones ni signos de interrogación, con certeza. Estoy de vacaciones.

Sin saber por dónde empezar, acudo al mar como si fuera el primer punto de una lista de cosas a hacer en el mes de agosto.

Todavía hay gaviotas en la arena paseando su plumaje blanco y gris. Intimida su tamaño en la proximidad. Parecen pavos moviéndose con parsimonia.

Los buscadores de metales y los de almejas se afanan en el último momento, antes de que la invasión de bañistas se consume en este día nublado y bochornoso recién estrenado.

Aún no han llegado los socorristas y ya hay que esquivar a los paseantes por la orilla. Somos pocas personas solas, se diría que el acto de ir a la playa es un acto gregario.

Me doy cuenta de la facilidad con la que hemos abandonado nuestros atuendos en apenas unas horas. Utilizamos esta semi desnudez como un uniforme que nos defiende de la diversidad. Pronto descubro una mujer joven, bañándose con los cabellos recogidos bajo un pañuelo negro… Solo tengo que seguir la dirección de todas las miradas. Juega en el mar con otras jóvenes desvestidas como los turistas. Ella cubre su cuerpo con un riguroso burkini, también negro. Ríen y parlotean alegres.

Escucho detrás de mí retazos de conversación

__Pues que se bañe como quiera. ¡Faltaría más!

__Si lo que intentan impedir los hombres es que no las miren, consiguen lo contrario. ¡Ay, cuánto camino nos falta por recorrer!

La chica de negro disfruta alborozada entre sus amigas, ajena a los comentarios que suscita.

Mi atención se fija ahora en la forma tan diferente que tiene cada persona, o grupo, en disponer de su espacio en la arena. Silencio como puedo una carcajada espontanea, al ver cómo una pareja de cierta edad ha rotulado un cuadrado casi perfecto en el que ha depositado sombrilla, toallas, nevera, etc. Triunfantes, cual conquistadores históricos, se sientan en el centro, seguros y orgullosos de su reino.

Otros esparcen todo tipo de enseres en torno a una sombrilla o a una sábana decorada como una alfombra. Claramente se expanden buscando la mayor propiedad posible del territorio común.

Reparo en el mensaje contundente de unas chanclas pegadas a una toalla. Pienso, esta persona no necesita fronteras defensivas ni un gran espacio propio. Tiene entidad y autoridad más que suficiente.

Divagando con los perfiles psicológicos que delata nuestra conducta me doy cuenta que llevo casi dos horas caminando. Giro hacia mi punto de inicio y me enfrento con la cuestión que he estado relegando. Me pregunto, por fin, qué quiero hacer con mis vacaciones. No quiero ver septiembre asomarse por el calendario y sentir que he desaprovechado el sagrado mes en el que paramos, nos reseteamos, descansamos y disfrutamos de cosas distintas.

No sé contestar.

Decido limpiar la nevera que olía raro esta mañana.

Vuelvo a casa.

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