CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA: La cosa prácticamente empezó a calentarse con “(Celebrate) The Day After You”, un dardo envenenado dirigido a Margaret Thatcher que en su momento contó con la participación estelar de Curtis Mayfield, y terminó precisamente con “Superfly”, versión de una de las obras maestral del soulman de Chicago, fallecido hace 23 años. Fue principio y final. Los Blow Monkeys forman parte de esa generación de músicos británicos que se curtió durante los años ochenta como rendidos devotos de los sonidos negros (The Style Council, Simply Red, Love and Money, Sade, Swing Out Sister), y esa alta alcurnia hace que por momentos su líder, Dr. Robert, parezca un Paul Weller algo venido a menos, aunque no pueda decirse que su concierto en València presentara signos de decadencia, más allá de lo meramente estético: poco queda en Robert Howard (su nombre real) rastro de aquel trajeado dandismo que se gastaba en sus mejores tiempos, ahora parece – con al menos diez kilos de más y esa camisa floreada – un guiri al borde de la jubilación en Benidorm, pero mantiene su voz en perfecto estado, toca la guitarra estupendamente y está rodeado de un puñado de músicos de eficacia indiscutible, aunque a veces merodeen la sombra de banda de versiones de sí misma: mención especial para el saxo de Neville Henry, esencial en “It Doesn’t Have To Be This Way” y “Digging Your Scene”, los dos exitazos – ambos de 1987 – por los que la mayoría del gran público conoce a los Blow Monkeys, ambos con predicamento extra en una ciudad como la nuestra, en cuyas discotecas y garitos vieron multiplicado su eco.
¿La sombra del one (o two, en este caso) hit wonder? Nada de eso. Porque su producción reciente aguanta estupendamente el tipo: no hubo más que escuchar “Crying for The moon” (2017), “The Wild River” (2017) o “More than a miracle” (2021). Y porque incluso aquellas canciones que nacieron de una coyuntura muy concreta (“Wait”, “Choice” y “Slaves No More”, todas hervidas en el caldero del house a finales de los ochenta: otro paralelismo con el Paul Weller de los últimos The Style Council) sonaron en una abarrotada 16 Toneladas como excelentes melodías que no precisan corsé estilístico de ninguna clase. Teniendo en cuenta que Dr. Robert vive en un valle granadino desde hace años (aunque apenas se estire en castellano), no sería de extrañar que repitieran gira en otoño. Sin negar cierto componente nostálgico (basta echar un vistazo al setlist), es suyo es un show más que digno. No deslumbra, pero sí reconforta.