Que nuestras tierras sean el imperio del almuerzo donde reina sin oposición su majestad el bocadillo, ya lo sabemos de sobra. Además de nuestro sumo disfrute, lo de zamparse a media mañana una barra de pan rellena de todo lo que uno se pueda imaginar es algo que choca muchísimo al forastero que llega por primera vez aquí. Todavía recuerdo mi desconcierto cuando los empleados de la mudanza (acababa de trasladarme desde Roma en 2001) de repente dejaron de trabajar a las 10 en punto para sentarse en una terraza cercana y tirarse una hora almorzando. No podía entenderlo en aquel momento, yo que venía de un lugar donde la “pausa caffè” de la mañana consistía en tragarse un ristretto en 10 segundos netos y volver a currar. Pero, con la misma sinceridad, tengo que confesar que no me costó mucho compartir este hábito (tal vez este sea uno de los motivos de mis kilitos de más).
En Italia también tenemos una gran cultura en cuanto a bocadillos, con nuestros panini, tramezzini, pizze farcite y mucho más, pero en cuanto a abundancia, contundencia y creatividad, València no tiene rivales. En toda la provincia hay ciento de sitios famosos por sus originales entrepans, y es cierto que las innumerables salidas a viñas y bodegas realizadas con Aula Vinícola han ampliado sensiblemente mi conocimiento en la materia, gracias a las canónicas paradas obligatorias para almorzar en los característicos bares de los pueblos de la región. Sin embargo, algo tan humilde ha alcanzado niveles gourmet, llegando incluso a la cocina del mismísimo Ricard Camarena que, en ocasión del europeo de futbol, ha lanzado una serie de bocadillos de autor, exclusivamente para llevar, coincidiendo con los partidos de la selección española.
El concepto del bocadillo como algo exclusivo de los currantes madrugadores y dedicados a faenas más físicas ha cambiado. Justo el pasado 20 de junio se ha inaugurado una bocadillería en una zona no propiamente “obrera” como Cánovas. Estoy hablando de Entreblat (C/ Conte de Altea, 53) cuya tarjeta de presentación dice textualmente “bocadillos de lujo para gente exigente”, toda una declaración de intenciones. Se trata de un grupo de socios, todos viejos lobos de mar de la hostelería, que se han unido para realizar este proyecto. “Se trata fundamentalmente de una combinación entre la cultura mediterránea y la excelencia del producto”, afirma Antonio Canaletti, uno de los propietarios, “un sitio donde iríamos a comer nosotros mismos”, subraya Luca Bernasconi, otro de los dueños. Efectivamente, echando un vistazo a la carta, notamos antes que nada que hay diferentes ideas de bocadillo, no solo el tradicional de toda la vida (pero con varios tipos de pan y trigo, de ahí el nombre del local), también piadine, bruschette, sándwiches o incluso hamburguesas originales, como la de rabo de toro. Podemos encontrar un chivito elaborado, así como un doner, una bruschetta ibérica (con jamón), una hamburguesa de garbanzos, un sándwich de bonito o una piadina clásica con rúcula, jamón, tomate y stracchino (queso tierno). Se adivina en particular la mano de Marta Abarca, otra socia, que en sus experiencias anteriores ha priorizado siempre la calidad del producto en la cocina, como en el caso de las carnes seleccionadas, que son todas nacionales, como la rubia gallega. Además, en la carta encontramos ricas ensaladas, un par de tablas y unas cuantas tapas. Nota importante: ofrecen platos vegetarianos, veganos y sin gluten, de modo que nadie se quedará con las ganas de probar estos magníficos bocadillos. El local, a unos pocos metros del río, es bastante amplio y goza también de una cómoda terraza, algo muy importante sobre todo en estos tiempos. Es un sito para todos, familias, jóvenes y adultos más exigentes. Los precios son muy correctos, especialmente considerando la calidad de la materia prima. Los vinos merecen un discurso a parte, ya que tienen una selección de etiquetas locales, biológicos y naturales muy interesantes, reivindicando este binomio vino-bocadillo tan apreciado en los bares de los pueblos. Luca, que es un gran entendido de vino, incluso propone unos excelentes vino y vermut elaborados por él con la colaboración del enólogo González Pons.
Para los apasionados de la cerveza, podemos encontrar también unas buenísimas artesanales valencianas, como la Zeta. Ahora empezarán abriendo las tardes a partir de las 19h, pero tras el verano se están planteando incluso ofrecer el almuerzo. Poco a poco estoy seguro que iremos descubriendo y degustando hasta donde llegará Entreblat con estos estupendos bocatas de autor.