Cartelera Turia

BON APPETIT: LA FERIA DE LAS VANIDADES

ANDREA GABRIELLI: En los últimos tiempos he intentado evitar tocar ciertos temas para no caer en la provocación y, posiblemente, expresar unos conceptos (muy personales, que quede claro desde el principio) que me ponen de muy mala leche. Quizás sea en causa y parte por la edad, pero me doy cuenta que cada vez tolero menos las manifestaciones de egocentrismo y narcisismo, esas que cada vez percibo más frecuentemente en el mundo de la gastronomía.

El pasado mes de junio, València albergó la entrega de los premios a los (supuestos) mejores 50 restaurantes del mundo, pero, en un principio no quise escribir nada, sobre todo porqué me parecía totalmente irrelevante con respeto a la información de utilidad pública que intento ofrecer con mis artículos. Ahora, tal vez por culpa de este calor asfixiante que también me está desestabilizando un poco, he decidido dejarme llevar y expresar lo que pienso. Antes que nada, ¿Quién elige estos restaurantes? Esto es un poco como el balón de oro en el fútbol (a buen entendedor pocas palabras). Un grupo de periodistas, a menudo de un país que tiene poca tradición gastronómica y según sus, repito, sus parámetros, deciden que uno es mejor o peor que otro. Algo muy subjetivo y que muchas veces pocos comparten. En cualquier caso, no es tanto el concepto de las clasificaciones (que me parece de todos modos horroroso) o de la misma gala, que al fin al cabo es show business puro y duro, lo que no aguanto es el postureo de tanta gente que no tiene nada que ver con los galardonados y necesita mostrar a los demás que ellos estaban ahí en el evento (invitados o colados, eso no importa), cosa que se traduce después en una multitud de selfies cutres (generalmente testigos de un nivel etílico importante) colgados en las redes sociales con la única finalidad de alimentar el propio ego. Lo repito, es una opinión mía, personal, pero para mi todo esto no tiene mucho que ver con lo que comemos y, honestamente, tanto glamour a la larga cansa. Menos alfombras rojas, exhibicionismo y fotocall y más cocina, producto y sabiduría popular, que son la base de cualquier chef que se respete.

Volvamos a poner los pies en la tierra e intentemos no caer en el ridículo, como aquel cocinero concursante en una pasada edición de Top Chef que realizaba magníficas esferificaciones con el alginato de sodio y que, sin embargo, no sabía cocinar una humilde tortilla de patata y cebolla. Lo que me parece más triste, es que esta actitud (un tanto arrogante) se refleja luego en los miles de supuestos críticos gastronómicos que opinan, analizan y lanzan sus dardos envenenados sin piedad a través de las diversas plataformas online y que permiten que una persona cualquiera, sin ningún tipo de calificación o conocimiento profesional, pueda influir en los resultados económicos de un restaurante, con las consecuencias que después todos sabemos.

Hoy en día millones de usuarios confían en páginas como Tripadvisor, o en los comentarios en Google, y deciden si acudir a un sitio o no según las estrellas en su perfil. Leyendo unas cuantas reseñas, me doy cuenta que muchos clientes opinan sin tener la menor idea de lo que escriben. De nuevo aparece la arrogancia y la pretensión de ser poseedores de la verdad absoluta, cuando como decía previamente, muchos aspectos son totalmente subjetivos. No me meto con los gustos, ahí, cada uno tiene los suyos y no es algo opinable, pero que un cliente, a lo mejor, escriba sobre la elaboración de un plato (machacando al restaurante) sin tener la mayoría de las veces el conocimiento de la verdadera receta me da rabia, porqué al fin y al cabo está diciendo a todos los demás que en aquel restaurante se come mal, cuando no es verdad. La gran mayoría (no todos, afortunadamente) de los que escriben en Tripadvisor se han formado gastronómicamente consumiendo enteritas temporadas de reality shows gastronómicos o viendo películas como Ratatuille (que, por cierto, me encanta) y son los mismos que anhelan poder colarse un día en una de estas alfombras rojas donde se derrochan premios a diestro y siniestro. Bueno, tenía que desahogarme de alguna forma, y me perdonaréis si os he utilizado para esto.

En fin, lo quería transmitiros, es que no todo es blanco o negro, que también hay mucha gente súper preparada y de gran profesionalidad incluso en el mundo del glamour, pero que lo que yo reivindico no es otra cosa que la cocina tenga siempre, digo siempre, alma, que cuente historias de familias y tradiciones, sabores y aromas que pertenezcan a culturas concretas, independientemente de las técnicas utilizadas, que la gente pueda recibir este mensaje sin tantas milongas y vanidad y que, por favor, seamos más objetivos e intentemos estar más preparados a la hora de escribir y opinar sobre el trabajo de los profesionales. Gracias.

BON APPETIT: LA FERIA DE LAS VANIDADES

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