CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA: Como cada año por estas fechas, retomamos algunas recomendaciones en el caso de que quieran ustedes quedar como unos señores regalando esos objetos conocidos como vinilos o cedés a un ser querido. O, en su defecto, en la tesitura de que simplemente pretendan darse un buen autohomenaje con estos soportes, reliquias de un pasado oscuro para la generación millenial pero objetos de deseo (no solo por el material sonoro que albergan sus surcos o sus bits, sino también por la profusa información gráfica de sus libretos) para públicos que se criaron al calor del formato físico, mucho antes de que la música pop rock pasara a formar parte del éter de las plataformas de streaming y cualquier otra nube cibernética. Con algunas de las listas de lo mejor del año ya publicadas (tiempo habrá para la nuestra: no falta material recomendable en el presente), la industria sigue exprimiendo la fe del melómano impenitente para que apoquine en esas colecciones de lujo que tanto material extra (no siempre esencial: si no se publicó en su momento, por algo sería) aportan.
En un año tan especialmente aciago por la pérdida de algunas figuras esenciales del lenguaje del rock, no podían faltar nuevas retrospectivas en torno a algunos de ellos. Es el caso de David Bowie, en torno a quien se ha publicado el enésimo recopilatorio, un Bowie Legacy (Sony, 2016) que, en formato sencillo o doble, supone otra introducción al neófito pero no aporta gran cosa a quien conozca medianamente su obra, al margen de una mezcla inédita del clásico “Life On Mars” y de incluir un par de temas de su soberbi Lazarus (2016), deparando así una perspectiva más completa en el tiempo que cualquiera de sus muchos precedentes.
El caso de Prince, celosamente reacio a despachar material inédito en vida (al margen de sus álbumes oficiales de estudio), es similar. Nadie sabe a ciencia cierta el material no desvelado que debe quedar en sus arcones, así que de momento Prince 4Ever (PNG/Warner, 2016) es otra compilación al uso, aunque aporta un tema ignoto hasta el momento y un espléndido libreto con fotografías de Herb Ritts, junto a 40 clásicos inapelables de toda su discografía. Con Leonard Cohen prácticamente no ha habido tiempo a que la época de las guirnaldas nos asedie con la retrospectiva de turno (falleció en noviembre), así que el espléndido box set editado hace cinco años (Complete Studio Albums; Sony, 2011), que agrupa todos sus álbumes desde 1968 a 2009, sigue siendo -y a un precio excelente- el mejor complemento al último tramo de su carrera, coronado con el excepcional You Want It Darker (2016). El suyo es un caso análogo al de Lou Reed, quien nos dejó hace tres años, aunque su discografía ha sido recientemente reeditada en la caja Lou Reed. The RCA & Arista Collection (RCA/Arista, 2016), con sus 16 primeros álbumes -entre 1972 y 1986- remasterizados. Y otra caja jugosa que se remonta aún más en el tiempo: The Mono Collection, de The Kinks, caja de nueve vinilos que reúne los ocho primeros Buena música por Navidad, que es para siempre álbumes de la banda de los hermanos Davies, originalmente editados entre 1964 y 1970, con libreto de 48 páginas. Entrando en el terreno de los aniversarios, una excusa tan buena como cualquier otra para reempaquetar material icónico, nos topamos con Ramones 40th Anniversary Edition (Rhino/Warner), lujosa caja con un vinilo y tres cedés que rescata, mediante maquetas, tomas alternativas y hasta un directo grabado en Los Angeles en 1976, el fulminante álbum de debut del cuarteto de Queens, santo y seña del punk e influjo capital para miles de practicantes de su veta más anfetamínica en sucesivas oleadas generacionales. También cumplía años en este 2016, en su caso, 20, el seminal Omega (1996), grabado al alimón entre Enrique Morente y Lagartija Nick, por lo que no es de extrañar que, coincidiendo además con su gira conmemorativa y su documental, el álbum haya sido remasterizado para la ocasión, con algunas canciones inéditas, libreto, memorabilia y hasta una botella de vino tinto. Un despliegue que roza el fetichismo, pero será un festín para fans. Como también los serán estas tres cajas recientes de músicos españoles: las dedicadas a Carlos Berlanga, Los Auténticos y Bunbury. Del primero, se pone en la calle Integral (Lemuria, 2016), caja con cuatro vinilos, siete cedés y un DVD que agrupa toda la obra en solitario posterior a los tiempos de Kaka de Luxe, Alaska y Los Pegamoides o Alaska y Dinarama, en trabajos tan fabulosos como Indicios (1994) o Impermeable (2001). De los segundos, Los Auténticos, con toda probabilidad la mejor banda pop nunca surgida de Castellón, se pone en circulación Polvo de Estrellas (Lemuria, 2016), tres cedés y un vinilo que recogen toda la producción de los hermanos Villanueva y Juan Morcillo mientras defendieron la marca, durante la primera mitad de los años 80. Una obra sujeta, con justicia, a permanente reivindicación. Y de Bunbury, su discográfica pone a la venta Archivos (Warner, 2016), una doble entrega que reúne, en cinco discos, sus colaboraciones con otros músicos, temas para cine y teatro y otras rarezas, conformando el apéndice perfecto para cualquier completista de su obra.
Publicado en Turia 2.760