ANDREA GABRIELLI: Las Fallas siempre han creado un gran dilema entre la población ciudadana: los que viven para ellas y pasan el resto del año esperando con ansiedad su llegada y los que, al revés, no pueden con el ruido, las calles cortadas, el mogollón de gente y el desenfreno total y aprovechan la ocasión para alejarse del jaleo. Admito que después de más de veinte y pico años en València, se me hacen un poco largas y pesadas y no consigo disfrutar de las fiestas como me gustaría. Muchos bares, e incluso restaurantes, se adaptan al momento dedicándose más bien a vender cervezas y bocadillos para llevar (a veces a precios abusivos), renunciando a su trabajo habitual, vista la objetiva imposibilidad y, por otro lado, la oportunidad de hacer dinero rápido de esta manera. Son dos semanas donde renuncio a ir a comer o cenar por el centro y prefiero ir fuera donde puedo encontrar algo de “normalidad”, siempre que consiga sacar el coche del aparcamiento. En efecto, no es el mejor momento para ir de cenita por ahí. Si queremos pasarlo bien y saborear las Fallas, es mucho mejor equiparse con zapatos cómodos para pasear por la ciudad, admirar los cientos de monumentos (algunos auténticas obras de arte) presentes en cada calle, plaza o esquina y, hablando de comer, disfrutar de lo típico de este momento, es decir, buñuelos y chocolate.
El año pasado escribí un artículo para alertaros sobre los peligros de la “fritanga radioactiva” y quiero insistir con este concepto fundamental para evitar desagradables sorpresas. Tomar unos buñuelos de calabaza puede ser una de las experiencias más gustosas de las Fallas, pero tenemos que trabajar de nariz, me refiero a que hay que evitar sí o sí todos los puestos que emanan olor a aceite muy usado. Se reconoce fácil, ya que no es un aroma muy agradable y, sobre todo, hay que recordar que puede llegar a ser un aceite tóxico si ha pasado su punto de humeo. Es muy importante cambiarlo a menudo para garantizar una cocción correcta y un buñuelo delicioso (estaba a punto de escribir “sano”, pero algo me ha impedido de hacerlo). Este año, soy sincero, con las temperaturas que está haciendo (por lo menos mientras estoy escribiendo este artículo), se me están pasando las ganas de tomarme un chocolate caliente y que creo sustituiré con un banalísimo café con leche. A los buñuelos no voy a renunciar y tampoco a los churros, que no serán típicos de aquí pero están buenísimos. Estas fiestas además, me inspiran todo lo que es valenciano de verdad y otra cosa que me encanta en estos días es irme a Alboraya (posiblemente con el transporte público) y disfrutar de una horchata natural como dios manda con sus fartons.
A pocos pasos de la estación del metro hay varias entre las mejores horchaterías del mundo. Si no queréis ir hasta allí y preferís quedaros por el centro mientras paseáis, hay algunas magníficas como la histórica e imprescindible Santa Catalina, con sus azulejos típicos, o la mítica Fabian, con sus buñuelos doraditos y perfumadísimos, que después de haber cerrado sus antiguos locales de Cánovas ha vuelto a abrir en centro en la calle
Moratín, o incluso la recién apertura del mismísimo Daniel (una de las más emblemáticas de Alboraya) en la calle de la Mar a pocos metros de la Plaza de la Reina. En sitios como estos en muy fácil que se mezcle el aroma de nuestros buñuelos o de nuestra horchata con el clásico olor a pólvora, ya que un montón de gente dispara petardos sin tregua alguna. He de reconocer que es un olor que me gusta, quizás porque lo relaciono a recuerdos de mi infancia, cuando disparaba unos “mini-chinos” que aquí en València ni los niños más pequeños explotarían por lo ridículos que son, aunque está claro que aquí, sois unos auténticos profesionales del petardeo y que no os conformáis con cualquier cosa. Si os apetece un buen arroz lejos de ruidos y multitud, saliendo de la ciudad hay muchos sitios encantadores.
A mi me gusta ir a la Venta de Posa a las afueras de Dénia (Partida Fredat 9, La Xara) a una horita desde València, muy cerca de la salida de la autopista, donde se come muy bien en un ambiente relajado y a precios más que razonables. Lo dicho, hay para todos los gustos, para quien se queda y disfruta de la fiesta y para quien quiere desconectar y recuperar algo de paz. Felices Falles!