Cartelera Turia

CEGADOS POR EL SOL I: HUIR DEL HASTÍO DEL ESTÍO

LAURA PÉREZ: Finales de julio, agosto se acerca peligrosamente y habrá que huir de él. El mundo -al menos este que conocemos- se paraliza durante cuatro semanas. Mi cuerpo también lo hace, mi mente lo intenta y lucha como cada año contra las altas temperaturas que me hacen sudar hasta las neuronas. Como algunos afortunados, huyo de la ciudad donde las aceras queman. La casa, la piscina, la banda sonora de los grillos, la del corta césped del vecino, la del viejo ventilador girando cada noche. Evito bajar a Valencia capital salvo tareas inevitables como la de regar las plantas, esas que esperan con ansia septiembre para volver a hacerme compañía. Eso sí, sólo las más fuertes sobrevivirán.

No pasa nada emocionante en verano. Me aburro más de lo habitual, mi cabeza piensa poco y mal. Busco cosas que hacer las semanas de calor que todavía nos quedan. Aunque no lo parezca, en el fondo el verano me encanta, pero cuando estoy viviéndolo en mis carnes sueño con la llegada del otoño, pero es octubre y ya echo de menos julio. Y así cada año desde 1986. Ya he visto Oppenheimer y Barbie pese a no tener nada rosa en el armario, ni un misero sombrero. Mi opinión al respecto de ambas películas la reduzco a un simple numerito para la sección de Turia “Que el cielo la juzgue”. Ya he celebrado varias paellas con amigos, he ido a la playa, a los conciertos de Viveros, a cenas improvisadas abanicándonos en un bar, y pronto llegarán las verbenas, los castillos nocturnos y algún toro suelto por las calles de algún pueblo valenciano. Mientras, encerrada en la casa y en mis obligaciones veraniegas, y por razones que no vienen al caso, me estoy viendo la filmografía de Angelopoulos, estoy de nuevo estudiando griego (moderno) y no paro de buscar ofertas de vuelos baratos a Atenas para el invierno. También estoy leyendo poesía y a ratos viendo las fotos de hace diez años que me recuerda Facebook. Habrá que huir todavía más lejos.

Huir. Alejarme del húmedo calor mediterráneo, no pisar demasiado asfalto y cambiar mi habitual paisaje por uno de tonalidades más verdes. Escapar del ruido, del gentío y encontrar una actividad que excite y reactive mis neuronas sudorosas. Estos son mis objetivos principales para los primeros días de este mes que ya ha comenzado en este segundo párrafo. Por tanto, no se me ocurrió nada mejor que mirar el calendario de festivales de cine para ver qué oferta me ofrecían los meses de estío, para poder combinar unas vacaciones de reposo y actividad cultural. Agosto es el mes de Locarno, y este certamen siempre se me ha antojado como un buen destino para escapar de la altas temperaturas y disfrutar del buen cine internacional. Cine a veinte grados que me salve del hastío del estío. Ver películas en pantalla grande, pero no en la terraza de verano de tu pueblo donde programan la última de Marvel. Los pases de prensa matinales, los cócteles a media tarde, las sesiones nocturnas en la majestuosa Piazza Grande. Cada una tiene sus vicios y el mío es caro pero alternativo. Locarno será mi Barbieland los próximos días. No conozco ni la ciudad ni el festival, y esas primeras veces en un certamen cometes errores de principiante, de esos de no saber dónde sacar las entradas, cómo evitar las colas o donde sirven el café gratis para la prensa acreditada. Sin embargo, esta vez voy sin prisa, con la calma. El destino lo alcanzaremos tras quince horas de carretera y tres países pernoctados. Huyo del bochorno y del aburrimiento, voy al festival con lo puesto. Apenas de un vistazo al programa sé que se estrenan dos películas españolas muy sugestivas, que haré por ver si la novatada me lo permite. La imatge permanent, el primer largometraje de Laura Ferrés, y Negu hurbilak, dirigida por Ekain Albite, director vasco perteneciente al Colectivo Negu. También sé que se proyecta la reciente Palme d’Or de Cannes, Anatomía de una caída, de Justine Triet, y la última de Ken Loach, The Old Oak. Espero alcanzar a verlas y poder aquí contarlo. El siguiente capítulo lo escribiré ya desde Suiza. Entre montañas, al fresquito. Feliz agosto.

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