JAVIER BERGANZA: Hace años tuve la suerte de ver “El espíritu de la colmena” en un ciclo de la Universidad Politécnica de Valencia. Por aquel entonces me gustaba el cine en un sentido ocioso, de pura distracción, no había desarrollado aún ese afán devorador que años después vendría y que me ha llevado a estudiarlo y a querer formarme como director de cine. Recuerdo salir de la sala distinto a como entré. Recuerdo que esa película que acababa de ver, tan mística y tan cargada de sentimiento, generó algo en mí que en ese momento no supe explicar y que probablemente tampoco sabría explicar ahora. Recuerdo hablarles de esta película a varios amigos y recomendarles una tal “El fantasma de la colmena”. Así funciona la mente. Recuerdo que en ningún momento me llegué a preguntar quién estaba detrás de esa película. No era una pregunta recurrente en mi vida. Conocía directores y directoras, como todo el mundo, pero no me preocupaba por cómo era su firma. Años más tarde, cuando ese espíritu (o fantasma) ya se había despertado y ya consumía el cine de una forma distinta, llegó al aula nuestro profesor de guión y nos puso “El sur”. Yo aún no lo sabía, pero estaba a punto de comprender qué era el estilo y qué significaba ser director de cine. A los pocos minutos, apareció ante mí el recuerdo de esa película con Fernando Fernán
Gómez y esas dos niñas. Y en mi cabeza todo explotó. Fue como un despertar. Reconocí a alguien que no conocía. Alguien que, de alguna forma, se había quedado guardado en mi mente.Y de repente, “El sur” comenzó a multiplicarse en mi cabeza, haciéndose, si se puede, una película cada vez más inmensa, y, por ende, convirtiéndose en una de mis películas favoritas. Dándole al Maestro Víctor Erice un sitio en mi Olimpo particular. Con él aprendí qué significa ser director de cine. Por qué se dice que una película “es” de alguien. Lo íntimo y personal que puede llegar a ser dirigir un film. Podríamos pasarnos horas hablando del Maestro, de su forma de usar la luz, de su forma de narrar historias, de su misticismo, de cómo ahonda en las figuras paternas, de la importancia que le da al hogar… Porque el Maestro Erice es único. Es alguien de quién solo se puede aprender. Un genio que solamente nos ha regalado tres largometrajes, pero que son tres obras maestras de tal magnitud, que marcaron y marcarán a próximas generaciones. Un genio del que, en mi opinión, se habla mucho menos de lo que se debería. Alguien que, con el mismo silencio que vino se apartó, dejando, eso sí, tres historias maravillosas a las que volver para descubrir más y más detalles. Tres fuentes de sabiduría inacabables e inabarcables. Mirar a los ojos a Víctor Erice es, en definitiva, mirar a los ojos al cine. En todos sus aspectos.