Cartelera Turia

CÓMO CREPÚSCULO MARCÓ UNA GENERACIÓN Y SIGUES SIN ADMITIRLO

ANNA ENGUIX: Sois un grupo de amigos y de repente en algún piso de estudiantes hay un teclado o un piano de pared del abuelo muerto de alguno de vosotros. Ninguno ha ido al conservatorio, ni siquiera se lo ha planteado; no obstante, conocéis Youtube y sus tutoriales. Quieres impresionar al resto del grupo y tan solo sabes tocar dos o tres canciones, de memoria: Moonlight Sonata de Beethoven, La Valse d’Amélie de Yann Tiersen y por supuesto, Bella’s Lullaby de Carter Burwell.

Siempre me ha resultado fascinante la manera en la que tendemos a criticar ciertas películas; sí, quizás los vampiros de la saga Crepúsculo no pasarán a la historia por lo mismo que lo hicieron los de Anne Rice; que sí, que quizás el hecho de que Edward Cullen brillase a la luz del día en vez de arder en llamas es algo que nunca entenderemos, sin embargo, negar que Crepúsculo marcó una generación al igual que en su momento lo hizo Grease, The Warriors o The Breackfast Club es negar lo innegable.

Sin embargo, este artículo no busca ensalzar la fama ni el legado de esta saga, sino revalorizar un aspecto implícito, celebrado y a la vez olvidado por la gran mayoría de sus seguidores; el impacto de su banda sonora. En la segunda o tercera secuencia de la primera película, cuando aparece por primera vez ese filtro casi cianotípico característico de toda saga, suena una canción que cualquier fan reconocería: Full Moon de The Black Ghosts. Ese sonido casi folklórico, con tintes de la música indie coetánea a la saga, es el preludio de una de las mejores bandas sonoras entre cualquiera de las películas adolescentes de la historia. Mientras que de otros films tan solo recordaremos canciones como Hungry Eyes, o Don’t (You Forget About Me), de la saga Crepúsculo, me atrevería a decir que casi todas las canciones y grupos partícipes de la banda sonora han pasado a la posteridad y actualmente son nombres que aparecen en letras mayúsculas en la cabecera de cualquier festival.

A los hechos me remito cuando afirmo que Luna Nueva, estrenada en 2009, se define prácticamente por dos canciones: Possibility de Lykke Li y Rosyln de Bon Iver. Este último artista, sería galardonado en la edición de 2012 de los Grammy con el premio a Mejor artista novel, y Lykke Li saltaría a la fama con su himno LGTBIQ+ I follow rivers, banda sonora de la película La vida de Adèle. Por si no fuese poco, en una se las secuencias más tristes de esta película suena otra canción de un artista que al igual que sí que fue alabado por haber compuesto la banda sonora del remake de Luca Guadagnino, Suspiria -ya sabéis, esta banda sonora característica por los acordes repetitivos y disonantes acompañados de una voz angelical a la vez que tenebrosa- fue completamente obviado en Luna Nueva por su aportación con el tema Hearing Damage. Lo mismo ocurre con el grupo Muse o Paramore; cualquier melómano sabe lo que es esperar durante horas en cualquier pista polvorienta para estar entre las primeras filas de cualquiera de estos dos grupos. Sin embargo, mucho antes de que Paramore fuese la banda sonora de cientos de TikToks con su tema Hard Times (2017), heredaba en Crepúsculo el sonido más “emo” de Evanescence con su tema Decode que se convertiría en una de sus canciones más conocidas gracias a esta película. Por si no fuese poco, aquellos que se autodenominan como conocedores de los grupos más independientes y auténticos de nuestra década, negarán o más bien desconocerán que Grizzly Bear, además de haber formado parte de la banda sonora de series como Cómo conocí a vuestra madre, componía junto a Victoria Legrand -cantante del famosísimo grupo Beach House- la canción Slow Life para la saga Crepúsculo. Para acabar con este recorrido y poniéndome sentimental, cabe destacar que además de destacarse por ser pioneros en descubrir verdaderas joyas musicales y apostar por ellas, me atrevería a decir que esta saga supo crear su propio sonido desde la primera canción de la primera película. Tras diez años sin ninguna película de Crepúsculo, las recién casadas siguen pidiendo para sus bodas A Thousand Years de Christina Perri, pero sin embargo, siguen sin acordarse de que James Vincent McMorrow además de ser conocido por su “cover” de Wicked Game, compuso Ghosts para la banda sonora de la tercera película de la saga Crepúsculo, Eclipse. En definitiva, como dice Green Day en su canción The Forgotten (banda sonora de la película Amanecer parte dos): “¿Dónde demonios está lo que olvidamos?”.

La saga Crepúsculo seguirá estando ahí para sus fans, sin embargo, para aquellos eruditos de la música, lectores de la Rolling Stones y compradores compulsivos de abonos para festivales de música, sed conocedores de que aquella película que criticáis apostó constantemente por grupos que actualmente conforman la banda sonora de vuestra juventud. En definitiva, Linkin Park, Vampire Weekend, Iron & Wine, UNKLE, Bruno Mars y muchísimos otros grupos demuestran que la saga Crepúsculo, además de ser un producto de marketing perfecto, fue consciente de sus posibilidades artísticas a partir de un sonido que sería reconocido por aquellos frikis -incluyéndome a mí misma- que hacíamos cola en la Fnac para conseguir el último libro de la saga y que hoy, seguimos teniendo exactamente el mismo buen gusto que entonces.

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