GASKIN, de Beatriz Fariza.- Teatro Círculo
Memoria de un aviador republicano
Muchos fueron los jóvenes que en los primeros meses de la Guerra Civil española marcharon a la URSS para formarse como pilotos de aviación (mi padre fue uno de ellos, aunque por fortuna para mí no lo admitieron). El setabense Antonio Gassó Fuentes sí realizó la aventura, de ahí su apodo, Gaskin. Su azarosa vida ha servido en parte para construir este drama que procura reconstruir la memoria histórica de una parte de los derrotados. En el caso de Gaskin, la derrota lo pilló en el puerto de Alicante tratando de embarcar en algún buque durante los últimos días de la contienda. Lo consiguió, logró subir al Stanbrook y refugiarse en Orán. Aunque más que un refugio, aquello fue una condena a la que se vieron sometidos muchos exiliados (Max Aub entre ellos) que malvivieron en los campos de concentración de Argelia, por entonces colonia francesa. De aquella circunstancia quedan algunos crudos testimonios, relatados en diarios redactados en esas difíciles circunstancias por los refugiados. Un ejemplo de ellos los tenemos en las páginas que Gaskin escribió y que con el correr de los tiempos serían encontradas, transcritas y publicadas por su hija, Laura Gassó, nacida en Marruecos durante el exilio de su padre.
Esos diarios, los de Gaskin, han servido a Beatriz Fariza como punto de partida y material literario, junto a otros fragmentos tomados de la narrativa de Alfons Cervera, para componer una fábula en la que a la supuesta hija del aviador (y digo “supuesta” porque a la real, a la verdadera Laura Gassó, la tuve sentada a mi lado durante la representación) se enfrenta a una amiga escritora que aspira a sacar algún provecho (no necesariamente lucrativo) de esa historia, alternando la discusión entre ellas con alguna intervención del piloto (una presencia fantasmagórica, una voz que nos habla desde el pasado, desde las palabras escritas en los diarios) que expresa su dolor, sus padecimientos, su traumática resistencia. Cruz Hernández y Ana Campos del Alcázar son las amigas que debaten sobre el recuerdo y la necesidad o no de revivirlo, de darlo a conocer a los demás; y Miguel Ángel Cantero Pinedo quien encarna la figura de Gaskin. Todo ello en el marco de una escenografía elemental (un espacio desértico y arenoso, y un montón de precarias cajas de cartón) diseñada por Trixi Guttmann para dar idea de lo frágil y volátil de aquel doliente sitio en el que Gaskin sufrió desde el final de la guerra civil hasta 1943, cuando pudo escapar a la vecina Marruecos.