NEL DIAGO: Sin duda la comedia Menaechmi (Los Gemelos) de Plauto, junto a su Amphitruo (Anfitrión), donde también se producen múltiples equívocos a cuenta de las identidades dobladas (Júpiter-Anfitrión, Mercurio-Sosia) han sido de las más transitadas y versionadas del autor latino, por lo menos desde el siglo XVI. Aquí mismo, en Valencia, lo supo hacer Joan Timoneda en 1559, con sendas versiones, muy elogiadas por Moratín y otros estudiosos, que, entre otras cosas, acercaban las tramas a la realidad presente del público; así, si en Anfitrión el autor concedía a Sosia la gracia de ser oriundo de Valencia la Grande y, por tanto, como certifica Júpiter, muy amigo del arroz; en Los Menennos (que así la titula) Timoneda lleva la acción a ciudad de Valencia, hace que los gemelos sean de origen sevillano, que el naufragio en que uno de ellos se pierde tenga lugar en las Pitiusas y que el muchacho llegue aferrado a un madero hasta las playas de Cullera, donde es recogido por un comerciante de Valencia, Casandro, que lo cría como hijo propio y que con el tiempo lo casa con su propia hija, para que todo quede en familia. Ahora bien, las obras del librero valenciano no son conocidas en el ámbito profesional español, las únicas puestas en escena recientes que se han sido realizado han sido llevadas a término por grupos universitarios (de Alicante, en el caso de Los Mennenos; de Valencia, en el de Anfitrión).
Las compañías, productoras o empresas contemporáneas, sin embargo, ven más fácil recurrir a nombres consagrados, como Moliére (Anfitrión) o Shakespeare (Comedy of the Errors), que es lo que ha hecho la compañía Mitxolobo, que comanda Pepón Nieto, en colaboración con el Festival de Mérida, encargando su puesta en escena a un director de renombre y de gran experiencia en estos lances de lo cómico, como es el caso de Andrés Lima (baste recordar su labor al frente del grupo Animalario). Pero Lima se encontró de salida con una versión, de Albert Boronat, algo pacata y sin mordiente, que no se atrevió a hincarle el diente a un texto que, no por ser del vate inglés, es brillante o está bien construido; al contrario, Shakespeare deliberadamente complica la trama plautina reduplicando los personajes (los amos, los criados, las mujeres), enredando la acción hasta la exasperación o, incluso, recurriendo a ucronías, como la cristianización de algún personaje (eso también se daba tangencialmente en Timoneda, es probable que Shakespeare conociera su versión).
Todo ello es cocinado por Andrés Lima con mucho oficio, con buen conocimiento de los gustos populares, y con perfecto criterio económico, ya que reduce la extensa nómina de personajes, que puede ser encarnada con sólo seis actores, como sucede con la versión de Timoneda, jugando además con los roles ambiguos (en la época de Shakespeare, y en la de Timoneda, también, los carateres femeninos eran asumidos por jóvenes varones adolescentes). Guiños a los que hay que sumar el llamativo vestuario otomano y la contagiosa música griega (sirtaki), a fin de darle alguna vida a una obra que más que nada entretiene por la labor de un elenco actoral bien trabajado y esforzado, con Pepón Nieto a la cabeza.