Cartelera Turia

LA FORMA DEL AGUA, de Guillermo del Toro

Agua y una historia de amor. Amor imposible entre dos seres diferentes y al mismo tiempo similares. Amor al cine, al arte y a la ciencia ficción. La forma del agua es una buena película del director de la magnífica El laberinto del fauno (2006). En ella está el alma del director, un Guillermo del Toro concentrado y profundo. Pero antes de avanzar déjenme que les cuente una pequeña historia. A principios de los ochenta TVE programó un ciclo de clásicos de terror en horario prime time (imagínense cómo ha cambiado la tele) y se pasaron las mejores películas de dicho género de todos los tiempos. Ahí estaba yo, hipnotizado con esas películas, muchas en blanco y negro. Una de ellas me llamó poderosamente la atención. Se llamaba La mujer y el Monstruo (Criature from de Lagoon), de 1954, con características de serie B y dirigida por Jack Arnold, producida por Universal Pictures. Sobresalió por encima de muchas de su época y con el tiempo se convirtió en un film clásico. Lo que más llamaba la atención era la criatura, un humanoide con escamas que establece una relación amorosa con una bella muchacha, algo que ya se había explorado en King-Kong. Ese mito amoroso entre un ser bello y una bestia se remonta a los albores de la historia humana, mucho antes de la invención del cine. La película supuso un gran avance técnico con escenas subacuáticas en el interior de una laguna. Daba miedo de verdad. Al día siguiente, en la escuela, un aguafiestas se encargó de aclararme que el bulto en la espalda del monstruo era una botella de oxígeno para que el actor pudiera respirar. A Guillermo del Toro, un auténtico amante del cine de serie B de los 50, tampoco le debió pasar desapercibida esta película.

En La forma del agua, el director mexicano revisita aquel clásico llevándolo a su terreno y resignificando alguno de sus elementos. Ha situado su relato en un contexto de Guerra y la trama funciona como un relato de cine negro, salpicado de momentos que, en ocasiones, recuerdan al Woody Allen (genio y figura viviente de nuestro cine) de Alice, con las ensoñaciones de la protagonista, huérfana, muda, pero con un gran mundo interior.

El director ha dejado la parte de terror para dar rienda suelta a la poesía, a momentos que entroncan con el amor al cine (hay múltiples referencias cinematográficas) y de otros temas que sobrevuelan la historia como la homosexualidad, con la figura del ilustrador que se ve superado por un cambio de época en la publicidad, el racismo en la piel de la limpiadora negra (Octavia Spencer) y las andanadas verbales del repulsivo militar encarnado por Michael Shannon.

Todos los personajes forman parte de una realidad insatisfecha en un contexto social represivo, que es la clave de todo relato. Además de dejar de lado el terror, Del Toro se ha atrevido hacer algo que si se hubiera llevado a cabo en los cincuenta habría escandalizado, como es la escena sexual entre el hombre pez y la mudita. Estamos ante una película de personajes que el director ha sabido tratar con mucha sensibilidad y eso se nota. Todo está cuidado, hasta el más mínimo detalle. Desde el punto de vista formal la película es sobresaliente. La cámara se mueve con agilidad y libremente, como el agua. Sube, baja, se gira, reencuadra. Un auténtico festival visual, sin excesos, ni artificios. No es de extrañar que haya sido nominada a 13 Oscar. La forma del agua es la película más madura e intimista de Guillermo del Toro, en su ya de por si brillante trayectoria en Hollywood. Hay que verla.

LA FORMA DEL AGUA, de Guillermo del Toro

EN LA CIUDAD SIN LÍMITES

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